ATHLETIC
El efecto dominó

JON RIVAS
Creo que resultaría ridículo explicar en estas líneas el efecto dominó, porque cualquier lector avezado sabe en qué consiste, y por supuesto, tengo el convencimiento de que los lectores de estas reflexiones están por encima de la media, pero tal vez sí venga a cuento encuadrarlo en la situación del Athletic. Vayamos al sábado pasado: el equipo rojiblanco, frente al Deportivo, dejó pasar 70 minutos como si tal cosa. Con el marcador en contra, ante un rival de la zona baja, tuvo que pelear para revertir la situación. En un contexto normal, con un resultado holgado a favor, es fácil dormir el partido y hacer los cambios necesarios como para reservar a los jugadores con más kilómetros en sus piernas. Pero no. Los cambios fueron obligadísimos para evitar una derrota en casa y llevarse los tres puntos, algo que el Athletic consiguió sobre la bocina.
¿Qué pasó de cara al partido del jueves contra el Apoel?, que no es lo mismo salir fresco del todo que fresco en parte; que los kilómetros se van acumulando en las piernas, y tal vez esa circunstancia no se notó ante los chipriotas, pero los esfuerzos pasan factura. Primero fue remontar, luego tratar de ampliar diferencias en el marcador, pero como no sucedió eso y el gol del Apoel estrechó la ventaja hasta la mínima expresión, a Valverde no le quedó más remedio que pensar en Valencia y en Nicosia a la vez, y hacer equilibrios. Porque tan importante es un partido como otro, y el caso es que el de la Europa League no tiene vuelta atrás, ni hay posibilidad de rectificación, así que decidió darle más importancia. Alineó un equipo B, como tantas otras veces, y como en casi todas esas ocasiones, fracasó. Está claro que el fondo de armario del Athletic anda escaso, que los suplentes no rinden como los titulares, y que hay una serie de circunstancias que darían para escribir una serie de misterio. Por ejemplo, para tratar de explicar la ausencia desde hace algún tiempo de Mikel Rico, o la ciclotimia de Ander Iturraspe, que lo mismo rinde a buen nivel que se pone a temperatura bajo cero en el campo. En Mestalla fue un ejemplo de lo último. Falto de intensidad, pensando a veces que no hay rivales en el campo, se dejó comer por la agresividad de los jugadores locales, que le robaron varios balones comprometidos en su zona, en la que un error se convierte en una ocasión. La primera vez fue gol. Perdió la pelota, contragolpeó el Valencia y marcó Nani, que no lo hacía desde noviembre.
Poco después se lesionó Laporte, uno de los titulares que jugó ante el Valencia, y Valverde perdió una baza en la ronda de sustituciones. El efecto dominó proseguía inexorable. El buen comienzo rojiblanco, con una clara ocasión de Lekue, se fue al traste con esas dos circunstancias. La cuestión se agravó aún más en el último minuto de la primera parte. Esta vez fue Zaza –su primer gol en el Valencia, ya es casualidad–, el que agradeció el regalo de De Marcos, que pidió fuera de juego cuando era él quien lo desbarataba. Si la intención era limitar los daños e hincar el diente al partido en la segunda mitad, todo se ponía más cuesta arriba.
