ATHLETIC
El hombre discreto
PERFILES DE CAMPAÑA

JON RIVAS
Imagino a Alberto Uribe-Echevarria, en sus tiempos de contador de la junta directiva, desplazándose por los pasillos del palacio de Ibaigane con todo el cuidado del mundo para no hacer ruido. Para quien no conozca el interior de la sede del club bilbaíno, habrá que apuntar que los suelos de madera noble, que el arquitecto Javier de Aristegui intentó preservar durante su restauración después de varios años de abandono y otros más utilizado como gobierno militar, crujen como corresponde a su antigüedad. Por su manera de ser, a pesar de su formación y liderazgo durante décadas en la auditora Deloitte, da la sensación de que el candidato prefiere mantener un perfil discreto; que sus silencios en la época Urrutia no eran sino parte de la estrategia de una junta monolítica; que pese a su capacidad y sus ideas optó por ser siempre leal; por aconsejar en voz baja al presidente y por no hacer ruido al pisar la tarima de la sede del Athletic.
Es ahora cuando empieza a destaparse su forma de trabajar, su estrategia, y hasta un fino humor, que tal vez todos no captan, y que le ha hecho situar su sede electoral en una céntrica calle de Bilbao, justo al lado de la famosa administración de lotería de Los 300 millones, una cifra que se ha convertido en símbolo de disputa entre los dos candidatos, claro que los 300 millones de la administración se refirieron, en su tiempo, a las antiguas pesetas, y el patrimonio del club se cuenta en euros.
La discreción con la que se mueve Uribe-Echevarria la quiso extender incluso, al proceso electoral. A él le hubiera gustado ser el candidato único, y no destapó su interés por el cargo hasta que vio despejado el camino con la retirada –después rectificada– de Elizegi. Se encontró de bruces con una campaña que no esperaba, así que ha tenido que salir de esa discreción que le acompañó durante siete años y medio, e incluso se ha visto en la diana de las invectivas de su rival, con la palabra «contador» como arma de batalla.
A Uribe-Echevarria no le gusta que le tachen de continuista, aunque en realidad lo es por mucho que trate de rechazar tal apelativo. En cualquier caso, apela a su experiencia, a sus siete años y medio en el club, en el que, dice, entró pensando como un empresario que busca soluciones lógicas a preguntas sencillas, y del que ha salido sabiendo que en el mundo del fútbol no hay soluciones sencillas, sobre todo a sabiendas de que quien manda en el club gana menos dinero que quien, teóricamente, debe obedecer.
Sabe que una de las patatas calientes que le deja Urrutia en sus manos es la gestión del entorno, de eso que se llama política de comunicación, y él prefiere llamar comunicación. Sabe que deberá unir lazos que se rompieron por el camino, siempre con el interés del Athletic por delante, claro, y asegura que no tiene líneas rojas, salvo las de la llamada filosofía.
A Uribe-Echevarria, que podría estar disfrutando de una jubilación dorada, con sus paseos por la playa o jugando al golf, al final le va la marcha, pero con discreción, evitando que hagan ruido las maderas nobles de Ibaigane, incluso cuando las hacen crujir las maniobras políticas del partido dominante en el País Vasco. Él no tiene carnet del PNV como Elizegi, pero goza de su confianza, lo que puede ser bueno o malo, quién sabe. Las urnas lo dirán.
