HISTORIAS ROJIBLANCAS
Una racha estratosférica
AÑOS CINCUENTA
Un día de 1913, el mismo año que se inauguró San Mamés, un chaval de pantalón corto cogió el tren en Gallarta para viajar hasta Bilbao. Había recibido el consejo de un amigo, Marcos Zárraga, porque allí, en su pueblo, ya no tenía ningún rival jugando a pala. Llegó a Bilbao y se presentó en el frontón Euskalduna, en la calle Hurtado de Amezaga. Pidió que le hicieran una prueba, y de allí salió uno de los mejores palistas de la historia. Se llamaba Arsenio Merodio, y pasó a los anales como Chiquito de Gallarta.
El y Begoñés protagonizaron duelos inolvidables. Jugó durante años en el frontón Euskalduna, hasta su destrucción en un incendio. Después perteneció al elenco de los frontones de Madrid, San Sebastián, Mexico DF y Barcelona. En esta ciudad nació su hijo Armando, el 23 de agosto de 1935. Apenas tres años más tarde, la familia regresó a Bilbao. Armando se fue haciendo mayor, estudió en el colegio Santiago Apóstol, enfrente de la Alhóndiga –donde ahora de ubica la Plaza Bizkaia–, y por las tardes, después de clase acudía al frontón a esperar a su padre. Allí, antes de que se apagasen las luces, jugaba a pala en el rebote con sus hermanos, hasta que un día su padre le vio y le dijo: «Nada de jugar a pala. Tú, al colegio a estudiar».
Y el hijo hizo caso al padre, dejó la pala, hincó los codos y, en los recreos, prefirió el balón en el patio asfaltado del colegio. Terminó el bachillerato y comenzó a prepararse para ingresar en la Escuela de Ingenieros. Pero cuando estaba en ello le llamó el Athletic. Había comenzado en el Gallarta, después pasó al Getxo y de allí al Barakaldo. Ya goleaba. Su padre, Chiquito de Gallarta, se resignó a que jugara al fútbol. «Si mi hijo se tiene que dedicar a esto, que sea para triunfar en el Athletic».
Fue Daucik quien se fijó en él, durante un partido amistoso. Se lesionó, pero el entrenador eslovaco le pidió que, cuando se repusiera, pasara por San Mamés para entrenarse con el Athletic. Y para debutar.
Chiquito de Gallarta, escriben las crónicas, era un tipo duro, pero cuando su hijo marcó su primer gol con el Athletic lloró. «Sólo lo hizo ese día y el de su homenaje», recordaba Armando años después.
Merodio jugó siete temporadas en el Athletic y después se marchó al Murcia con la sensación de que había sido infravalorado en Bilbao, pero nadie de quienes vivieron la temporada 1958/59 ha podido olvidar aquella racha prodigiosa del Athletic en la que el equipo bilbaino marcó 33 goles en cuatro partidos consecutivos, y en la que Merodio consiguió un tercio, es decir, once.
La serie fantástica comenzó el día de los Inocentes de 1958 y finalizó el 18 de enero del año siguiente. En apenas 20 días, el equipo rojiblanco que dirigía el técnico brasileño Martim de Francisco, batió todas las marcas. A pesar de los records goleadores de Madrid y Barcelona en las últimas temporadas, ninguno de ellos ha sido capaz de superar los registros rojiblancos.
Además, San Mamés fue testigo de tres de esas cuatro goleadas que comenzaron frente al Sporting en plenas navidades con un rotundo marcador de 9-0. Fue Merodio el que comenzó el baño de fútbol y goles ante el equipo asturiano. Apenas esperó un minuto para abrir el marcador. Después Uribe, en el minuto 3, hizo el segundo. La primera parte acabó 6-0. Uribe hizo dos goles más y uno cada uno Mauri y Arieta I. En la segunda mitad, Armando Merodio consiguió otros dos y el marcador lo cerró Arteche. Era el minuto 66 .
Por asuntos del calendario, el Athletic (entonces Atlético) volvió a jugar en San Mamés el 4 de enero de 1959. En esta ocasión el rival fue el Celta, que se llevó nueve goles para Vigo. Esta vez Merodio esperó 60 segundos más, ya que abrió el marcador en el minuto 2. En el 86, Arteche lo cerró con el noveno para el Athletic. Había marcado otro más en el minuto 4. Mauri hizo tres –uno de ellos de penalti–, Uribe, dos, y Merodio consiguió uno más.
El Athletic empezaba a dar miedo a sus rivales. El 11 de enero se desplazó a Pamplona para jugar en el viejo campo de San Juan ante Osasuna. Ese día frío y brumoso en la capital navarra, Merodio se salió. Marcó cinco de los ocho goles que encajó el conjunto navarro, que en el minuto 46, gracias a Marañón, sumó el único tanto que recibió el Athletic durante esos veinte días de fábula.
Esta vez el rival se resistió. Merodio abrió el marcador –otra vez– en el minuto 30; dos después anotó Mauri y en el 37 volvió a sumar el hijo de Chiquito de Gallarta. Glaría II, en propia puerta, aumentó la ventaja rojiblanca en la segunda parte. Después, entre el minuto 74 y el 82, Armando Merodio completó la sinfonía más dulce de su carrera deportiva. Marcó tres goles en apenas ocho minutos. En el último minuto del partido, Uribe completó la goleada.
En aquellos tiempos, la afición era muy exigente con los futbolistas; y la prensa aún más. Marca comentaba, medio en serio, medio en broma, que «el Athletic empezaba a dar signos de agotamiento. Primero nueve, luego ocho, y tras Pamplona otros ocho, pero con uno en contra».
El 18 de enero se cerraron las tres semanas de vorágine. Llegó el Betis a San Mamés y recibió siete en su casillero. Y eso que estaban avisados. Esta vez Merodio no estuvo tan fino. Sólo consiguió uno de los siete. Fue Arieta I el que consiguió un hat trick que en aquellos años nadie sabía lo que era. También marcaron Uribe, Artetxe y Portilla.
Al domingo siguiente, el Athletic cayó en Zaragoza y la racha se terminó. Además, ese año los rojiblancos sólo pudieron ser terceros en la Liga, a 15 puntos del líder, Barcelona. Ni siquiera fue el equipo que más goles consiguió en el campeonato: 72 por los 96 de los azulgrana; además, fue el Real Madrid el que consiguió la goleada más amplia de aquella Liga (10-1 a la UD Las Palmas). Aún así, 54 años después, nadie ha conseguido superar esos registros espectaculares.