ATHLETIC
En su burbuja

JON RIVAS
Casi como un tópico, se comenta en el mundo del fútbol, que los jugadores viven metidos en una burbuja que les aísla del mundo real. Ganan bastante dinero, que bien administrado puede servirles para vivir de las rentas toda su vida, están protegidos por su confortable entorno, tienen las cosas hechas y masticadas, incluso en su trabajo, que es jugar al fútbol y entrenarse. Hace un par de semanas, en Ipurua, donde jugaba el Atlético de Madrid, conté, durante el calentamiento previo al partido, once auxiliares del equipo madrileño alrededor de los jugadores que se preparaban para el partido. No tenían ni que agacharse para coger una botella de agua para refrescarse. Lo mismo pasa en los entrenamientos, y hasta en los partidos. Aquella escena habitual de un jugador con las piernas colgando en el aire y el cuerpo al otro lado de la valla publicitaria para recoger el balón perdido, ya no se estila. Una docena de recogepelotas vela por su comodidad en cada campo.
Hace unos años me contaron el caso de un jugador del Athletic que se presentó en la puerta de embarque de un avión en el aeropuerto de Loiu con el billete en las manos, sin haber pasado previamente por el mostrador de facturación para recoger la tarjeta de embarque y entregar las maletas, porque, después de decenas de viajes en avión con el equipo, nunca había volado por su cuenta y no sabía que había que hacerlo. Pasó, lógicamente, en los tiempos en los que el billete estaba formado por varias hojas rectangulares, no existían los billetes electrónicos ni se podían imprimir en casa, y en el control de seguridad no te exigían la tarjeta de embarque. La historia me pareció verosímil, porque yo había estado viajando un par de años con un club de fútbol, que lo hacía en vuelos de línea regular, y al llegar al aeropuerto, el representante de la agencia de viajes nos esperaba para entregarnos a cada uno la tarjeta de embarque y llevarse las maletas que había que facturar. Seguramente, el jugador del Athletic pensó que el billete en sí ya era suficiente. Vivía en una burbuja, y nunca le había preocupado cómo se hacían las cosas en el mundo real.
Bien es cierto que hay futbolistas que se salen de esa norma. En el Athletic y en muchos equipos. Leí hace unos días, que Ter Stegen, el portero del Barcelona, uno de los mejores del mundo, acostumbra a viajar en Metro por Barcelona –decía en el reportaje que le quedaban dos viajes de su abono de transporte–, que también lo hace habitualmente en patinete, y que no se le caen los anillos por mezclarse con la gente de su barrio en el centro de Barcelona, o por tomarse un café en alguno de los bares de cerca de su casa.
Pero también cada semana, vemos ejemplos de lo contrario; de futbolistas totalmente ensimismados dentro de su burbuja, y que ni siquiera se preocupan por los aspectos básicos de su profesión, en el que tan bien remunerados están. El caso de los jugadores del Alavés es paradigmático. Les cazó Movistar Plus en un vídeo el sábado, antes del partido frente al Athletic en San Mamés, charlando con Ibai, que, lesionado, bajó al césped cuando llegaron sus ex compañeros, para saludarlos. Hablaban de la posible clasificación para la Europa League. Ibai les dijo que el clasificado en la séptima plaza tendría que jugar tres previas antes de la fase de grupos, ¡y los jugadores del Alavés no lo sabían!
La conversación no tiene desperdició.
Ibai: ¿Quién os ha dicho a vosotros que el séptimo no juega previas? Tres previas. El 25 de julio, la primera.
Calleri: ¿El 25 de julio, qué? Si no hay previas.
Ibai: Sí, tres. ¿Qué te piensas?
Calleri: Todo el mundo dijo que este año no hay previas…
Ibai: Tres. El séptimo juega tres previas, el quinto y el sexto, ninguna.
Calleri: Todo el mundo dijo que este año no hay previas, que en España no…
Se acerca entonces José Antonio Morga, uno de los ayudantes de Abelardo, que tampoco lo sabía.
Ibai: Tres previas, tres previas. El séptimo. Espabila.
Ayudante: Que no hay previas para el séptimo.
Ibai. Tres. La primera, el 25 de julio. Te juego una cena, te juego una cena.
Ibai: Puedes empezar diez días antes, no pasa nada.
Preparador: Luego pasa lo que pasa, te pintan la cara.
Ibai: Si no vas a estar, sinverguenza.
Y los nueve jugadores que hablan con Ibai, sentados en fila en el banquillo, sin replicar, como vacas que miran al tren, sin conocer las reglas básicas de su trabajo, sin saber si el séptimo juega previas, y tal vez sin conocer que bajan a Segunda los tres últimos, quién sabe.
Conocer lo que se está jugando es lo mínimo que se le puede pedir a un futbolista, aparte de su fútbol. Nunca me tuve que morder más la lengua que en una rueda de prensa en Lezama, durante el bienio negro, cuando compareció un jugador rojiblanco y le cuestionaban por el rival del domingo siguiente. El otro equipo había jugado un partido europeo televisado y alguien le preguntó sobre lo que le había parecido. Con sus santas narices dijo que no había visto el partido, que el entrenador ya les diría cómo jugaban. Así, con un par. En una situación delicada y él jugando a la play, o a las cartas, o a lo que fuera, sin preocuparse por el equipo que iba a tener enfrente el domingo, y ni siquiera con los reflejos suficientes como para mentir, decir que sí lo había visto y soltar un par de vaguedades. Metido en la burbuja hasta para eso.
