ATHLETIC
La suerte de Virgil van Dijk

JON RIVAS
Virgil van Dijk, el jugador del Liverpool, ha sido elegido mejor futbolista de la Premier League esta temporada. Vamos, que no es un piernas. El miércoles, tras el partido de su equipo frente al FC Barcelona, dijo una frase que resume su impotencia, y la de sus compañeros de equipo, para frenar la avalancha Messi. El Liverpool jugó un gran partido en el Camp Nou. Probablemente mereció un resultado que le diera muchas más opciones de estar en la final de la Champions en el Metropolitano, pero perdió por un contundente 3-0 ante un Barça que pasó más apuros que nunca. Van Dijk lo resumió todo en unas pocas palabras: «Me alegro de no estar en España para no tener que enfrentarme a Messi cada temporada».
Era la desesperación verbalizada en la zona mixta. Posiblemente, los jugadores del Liverpool no sabían que cuando te enfrentas al Leo Messi voraz de muchos partidos, no sólo hace falta jugar muy bien al fútbol, sino tener muchísima fortuna, y su equipo no la tuvo. ¿A dónde fue el remate sin oposición del mejor Salah de la temporada? Al palo. ¿A quién le cayó el rebote del rodillazo de Suárez al larguero? A Messi. ¿En qué portería entró el mejor lanzamiento de falta de los últimos años? En la del Liverpool. Es comprensible la desesperación de sus jugadores, pero que, por un momento, se paren a pensar en la frase de Van Dijk, sean un poco empáticos y piensen en los casi 400 jugadores profesionales que juegan en la Liga de Primera División en España. Todos ellos, menos los 25 del Barcelona, que lo disfrutan, padecen cada año a Messi.
Así que puede que Van Dijk no llegue a jugar la final de la Champions por culpa del argentino, pero por lo menos ha experimentado en su propia carne lo que es enfrentarse a Messi. Todos los equipos y todos los jugadores en la Liga han sufrido algún efecto directo o colateral de la presencia de Messi en el campo. Si no es en un partido será en el siguiente, siempre llega el momento. Sin remisión.
El Athletic lo ha padecido por activa y por pasiva, en incontables partidos de Liga y en varias finales de Copa. Sólo una vez se le resistió a Messi el equipo rojiblanco, en la Supercopa, el último título ganado por los rojiblancos. Recuerden aquel memorable partido en el que los banquillos estaban ocupados por Bielsa y Guardiola. Una batalla colosal bajo la lluvia en San Mamés. Marcó Herrera, empató Cesc, Llorente, con la colaboración de Piqué hizo el 2-1 y en el descuento, después de un despiste entre Iturraspe y Gorka, Messi rescató el empate final. O cómo olvidar la final de Copa en el Camp Nou. Messi no hizo lambrettas como Neymar. Simplemente, cuando su equipo tenía el partido atascado, se fue de cuatro rojiblancos para desatascarlo. Y así, muchas más.
Pero es que, además, no es sólo su presencia, sino a veces su ausencia. Cuando está en el banquillo y sale a calentar, los rivales empiezan a temblar ante la posibilidad de que salte al campo.
A muchos nos gustaría que Messi se fuera a Inglaterra a amargarle la vida a Van Dijk cada temporada, que nosotros ya hemos padecido lo suficiente, pero me da que no va a ser, y el jugador del Liverpool podrá seguir jugando confortablemente en la Premier, sabiendo que allí nunca se aparecerá Messi de cuerpo presente. Tiene mucha suerte Virgil, que nació en Breda, donde se ubica uno de los cuadros más famosos de Diego de Silva y Velázquez y en el que Justino de Nassau, gobernador holandés de la ciudad, le entrega las llaves a Ambrosio Spinola. Está claro que los reds no se van a rendir en Anfield, pero tiene que ser un peso insoportable saber que por allí también aparecerá Leo Messi.
Aquí nos queda padecer al mejor jugador del mundo, que en mi opinión no tiene comparación con ninguno de los que antes que él fueron entronizados como tales, cuando juegue contra el Athletic, y podremos disfrutar de su juego el resto de los partidos. Todavía le quedan algunos años. Estoy empezando a pensar que una de las razones por las que Ernesto Valverde fichó por el Barcelona, al margen del dinero, la proyección deportiva y los títulos en el horizonte, y por lo que ha renovado su contrato –algo que a Messi le ha parecido muy bien– fue que así, con el jugador en su bando, se quitaría una preocupación y la trasladaría a los demás entrenadores. Tiene que ser desolador, como esbozó Jürgen Klopp, jugar el mejor partido de la competición y perder 3-0. Es demoledor preparar un partido con mimo, cuidar todos los detalles y levantar una estructura magnífica para intentar ganar, y que luego venga un chico que mide 1,70 y te la tire abajo con un par de patadas.
