ATHLETIC
Pájaros y flores
JON RIVAS
Escucho decir a Gaizka Garitano que nadie dijo que iba a ser fácil, y tengo que estar de acuerdo con sus palabras. No va a ser fácil, pero no se puede esperar a que sean los demás los que lo pongan fácil o difícil. No es nada sencillo, digo yo, ganar un combate de boxeo, pero tiene que ser complicadísimo si desde el primer momento te pones en un rincón a aguantar los golpes del rival. Puede que al final sueltes un mamporro, pero si para ese momento tienes los ojos cerrados por la hinchazón y sangras de las cejas, ya todo se pone muy cuesta arriba. De acuerdo, nadie dijo que iba a ser fácil, pero tampoco nadie te reprochará nada si desde el principio te lanzas a un intercambio de golpes con el rival. Al final te puede ganar, pero nadie dirá que no lo has intentado. No es fácil completar un puzzle de 10.000 piezas, pero ¡coño! –con perdón–, ¡sácalo al menos de la caja!
Puede pasar, y sucedió hace bien poco, que sin disparar a puerta, con un gol en propia meta de un rival, el Athletic gane un partido. Pero pongámoslo en su contexto. Aquel rival no se jugaba la vida. Son casualidades del fútbol. Para un cronista es complicado explicar lo que ha pasado en partidos así. Recuerdo que casi en la noche de los tiempos, en 1990, me tocó viajar a un apasionante Orihuela-Málaga de Segunda División. El equipo alicantino jugaba por primera vez en la categoría de plata y el malagueño había descendido. No había ni pupitres para la prensa. Yo utilizaba un ordenador portátil de primera generación, que pesaba un quintal y lo tuve encima de las rodillas durante los noventa minutos. Por supuesto, no había manera de transmitir la crónica desde el campo, sino viajar raudo al hotel, desenroscar el enchufe del teléfono y conectar allí los cables del ordenador. A veces era necesario mover la cabecera de la cama para encontrar la conexión telefónica. Luego, con un poco de suerte, enviabas el texto, que no pesaba más allá de 20 kilobytes, y que tardaba casi un cuarto de hora en transmitirse. Eso con suerte, porque a veces la comunicación se cortaba a la mitad y el indicador que te mostraba el porcentaje se atascaba, digamos en el 79%, y allí se quedaba. Volver a empezar.
Pero además el principal problema consistía en contar lo que había pasado en un partido que ganó el Málaga sin tirar a puerta en los 90 minutos de un choque deplorable. El gol llegó de un fuera de juego que cometió el Orihuela. Lo sacó un bilbaíno, Fernando Quintanilla, Txirri, hacia el borde del área local, lo cabeceó un defensa hacia atrás y batió a su portero. Aquellas crónicas eran kilométricas, que para eso te mandaban de enviado especial, y recuerdo como un tormento, el haber tenido que rellenar líneas y líneas hablando de pájaros y flores, algo que los lectores más avispados –es decir, casi todos–, se habrán dado cuenta que es lo que estoy haciendo ahora para no tener que entrar a fondo en el partido de Valladolid, porque no quiero recibir demandas, ni pasar por los tribunales por atentado contra el honor de alguien. En vez de pájaros y flores me he inclinado por la versión abuelo cebolleta, contándoles cómo funcionaba la tecnología de los años ochenta del siglo pasado. Sólo añado que entonces no nos parecía un problema, sólo eran gajes del oficio en aquellos viajes de tres días en los que te aireabas, echabas unas risas con tus compañeros y te gastabas una pasta en cenas y comidas a cargo del periódico.
Y es que si me metiera a fondo con lo que ha pasado en Pucela, tendría para varias de aquellas crónicas kilométricas de los ochenta, porque pasó de todo y casi nada bueno, salvo la invasión pacífica y festiva de los 2.000 seguidores del Athletic a una de las ciudades que con más amabilidad recibe a los nuestros, algo que es muy de agradecer. Saquemos una conclusión positiva: si la derrota rojiblanca sirve para que se salve el Valladolid y el año que viene hay otro viaje para poder pasear por la orilla del Pisuerga, bienvenida sea. Así ganan nuestros hinchas y los hosteleros vallisoletanos, que con una política inteligente, junto a la del club, que no especula con el precio de las entradas, consiguen atraer a tanta gente. Claro que, como el resultado nos deja pesimistas a todos, ya vendrá Tebas con un horario imposible, a fastidiarlo todo.
En fin, que habrá que aprender la lección de que frente a un rival que se juega la permanencia es absurdo ponerse a esperar a que te regalen la victoria. Que sí, que es verdad que al final pudo empatar el Athletic, porque el Valladolid es un equipo muy frágil, pero había golpeado mucho y bien en la primera media hora y para cuando quiso darse cuenta, el equipo rojiblanco tenía los ojos cerrados por los golpes y le sangraban las cejas.