ATHLETIC
Jabotxa

JON RIVAS
Me resistía a escribir nada en relación con los últimos sucesos que han ocurrido en el Athletic, todos ellos fuera del terreno de juego, y que han tenido su punto culminante en la destitución y despido del que era, después de 18 años en el club, jefe de prensa de la entidad, Patxi Xabier Fernández, a quienes sus colegas conocemos como Jabotxa. Sin embargo, pese a que me parece un tema demasiado sensible y delicado para desarrollar, no puedo dejar de dar mi opinión. Primero, un inciso referido a otra salida, anunciada poco antes, del delegado del primer equipo, Andoni Imaz, que se ha llegado a criticar con ferocidad. Imaz, amigo personal del anterior presidente, llegó al puesto en julio de 2013. Ha terminado la temporada, cinco meses después de las elecciones, y se ha despedido. Como es lógico, por otra parte. Ni podía –por responsabilidad–, dejar el club en mitad del camino, ni podía seguir –por responsabilidad–, cuando quien le nombró ya no estaba. Y no hay que hacer ningún drama de esta despedida: hasta julio de 2013, el delegado era Iñaki Morán, hijo de quien también lo fue durante décadas, Manolo Morán. Y a la vez, el anterior era Txato Núñez. Cada directiva tiene sus preferencias.
El de Jabotxa es un asunto sensible, digo, porque me parece, así de golpe, una putada –y perdonen por la expresión–, perder el puesto de trabajo. Como hace dos años me sucedió a mí, después de 26 trabajando en la misma empresa, e intentando hacerlo lo mejor posible, me pongo en la piel de Jabotxa y puedo comprender por lo que está pasando. Supongo que a algunos les extrañará que escriba esto, porque se remitirán a un desagradable episodio entre él y yo, hace ya muchos años, pero tengo que decir que después de aquello, la situación se recondujo, y el trato entre ambos fue correcto, incluso cordial; que cada vez que solicité algo de su competencia me respondió con eficacia, y que, cuando me vi forzado a abandonar mi trabajo anterior, él fue uno de los primeros en expresarme su solidaridad, algo que yo también hago en este caso.
Pero como sucedió en aquel momento delicado para mí, la empresa que me había contratado 26 años antes, decidió darme la patada. Estaban en su derecho. Por supuesto, nunca compartí las razones, fundamentalmente económicas, que esgrimieron para hacerlo, e intenté, y conseguí, sacar la indemnización que quienes me asesoraban entonces, creían más justa. El Athletic ha decidido que, en su nuevo proyecto, Jabotxa no tiene sitio, y podrán estar equivocados o no, pero están en su derecho. Como él tiene también derecho a reivindicar lo que le corresponde después de esos años en el Athletic, al que llegó contratado por Javier Uria. Antes que él, también se fueron otros jefes de prensa –Juan Carlos Latxaga, Patxi Alonso, Borja Bilbao–, y cada uno dio paso al siguiente. El Athletic tuvo más suerte en esos casos, porque cuando dejaron el club, no existían las redes sociales, que convierten cada decisión de la directiva en una guerra de bandos, entre gamboinos y oñaciños, una lucha fratricida de la nobleza contra el campesinado, la nobleza contra las villas y la nobleza contra sí misma.
Y es esta guerra entre bandos en la que algunos esgrimen la diferencia de votos de Elizegi con sus rival en las urnas, sin caer en la cuenta de que fue a su favor, se envenena el ambiente, todavía más con la aparición en escena de algunos futbolistas del primer equipo que, a su manera, en algunos casos torpe, se han despedido de Jabotxa dedicándole palabras de cariño, lo cual resulta más que lógico después de tantos años a su lado, pero también –por parte de algunos–, inmiscuyéndose y criticando la decisión de la junta directiva, sin tener en cuenta que ellos siguen siendo empleados a sueldo del club, y que deben estar ahí a las duras y a las maduras, asumiendo lo que el club determine y sin abrir la boca.
Algunos se extrañarán de que diga esto y esgrimirán la libertad de expresión como derecho básico, pero en este caso, esa libertad de expresión sólo es ventajismo. Saben los futbolistas, sobre todo los que tienen contrato por muchos años, que agarran la sartén por el mango, que todo lo que digan o hagan va a tener mucha repercusión, y que tal vez eso no sea bueno para el club que les paga todos los meses. Deberían tener un poco más de responsabilidad. Vuelvo a mi caso: agradecí muchísimo todos los mensajes que me enviaron cuando me despidieron. Muchos de ellos llegaron a través de las redes sociales, es decir, eran públicos, y bastantes correspondían a compañeros que trabajaban en el mismo periódico. Hubo muchas críticas a la decisión de mi anterior empresa, por parte de quienes eran ajenos a la misma, pero ninguna llegó de aquellos que seguían trabajando allí. No hubiera sido lógico de ninguna forma, ni me lo hubiera parecido a mí. En privado sí, pero hasta yo, despechado por el despido (que afectó a 150 personas), comprendía que no es normal morder la mano que te da de comer, salvo que seas un insensato, o tengas las de ganar siempre. Así es fácil. Eso es lo que han hecho algunos jugadores. No están ellos para enturbiar el ambiente en el club, ni los socios deberían consentírselo. Los futbolistas pueden tener sus opiniones personales, por supuesto, y mostrar su cariño hacia alguien tan cercano a ellos, pero nunca cuestionar las decisiones que, correctas o equivocadas, toman sus empleadores. La despedida de Jabotxa, que seguro que saldrá de esta, fue mucho más elegante.
