ATHLETIC
¿Existe la «filosofía»?
JON RIVAS
Soy consciente de que me adentro en un tema espinoso, que levanta muchas ampollas, incluso jirones de carne. Seguro que molestaré a algunos, y es posible que también otros estén de acuerdo. Se trata de retroceder en el tiempo para explicar como se fraguó la llamada “filosofía” del Athletic, y que yo no denominaría como tal, sino como una tradición extendida en el tiempo, que no tiene tanta antigüedad como algunos aseguran y que, por supuesto, en ningún momento se formuló como tal. A lo largo del tiempo se ha ido dando por sentada a la vez que también ha variado. El modus operandi ha mutado, y más al albur de las ideas de los directivos de turno, que del consenso de los socios. De hecho, salvo en cuestiones aisladas en el apartado de ruegos y preguntas de alguna asamblea, nunca ha salido al debate público más allá del que se puede generar en los medios de comunicación, y en los últimos tiempos, en las redes sociales, pero siempre, la contestación unánime, ha sido que la política de contrataciones del Athletic “no se toca”, así, sin más matizaciones.
En su origen, allá por el siglo XIX, el fútbol que se jugaba en Bilbao era cosa de marineros ingleses, británicos afincados en la Villa y estudiantes bilbaínos en las Islas Británicas, que aprendieron a jugar en los colleges ingleses. En los primeros tiempos, los apellidos extranjeros eran frecuentes en las alineaciones del Athletic, del Bilbao FC, del Unión y del Bizcaya, que eran las denominaciones de lo que después acabó siendo el Athletic Club, por fusión de los dos primeros, que a veces se unieron con los otros dos nombres. Aparecían esos apellidos, porque pertenecían a la gente que sabía jugar al fútbol.
Pero el balompié evolucionaba más rápido de lo que pudiera pensarse, y si en un momento dado, la profusión de extranjeros en el Athletic se debía al ámbito de la diversión y de pasar un rato haciendo deporte, antes del final de la primera década del Siglo XX, todo eso mutó hacia la necesidad. El Athletic, como otros clubes que jugaban en España, querían ganar títulos, y recurrían a Gran Bretaña para contratar futbolistas profesionales o semiprofesionales, pero sin duda con más oficio que los nativos, para disputar los primeros torneos oficiales.
Extranjeros profesionales
Casualidades de la vida, el famoso mister Pentland, el entrenador más laureado en la historia del Athletic, fue, en su época de jugador, uno de los futbolistas que el conjunto rojiblanco quiso contratar. Él mismo lo contaba años después: «Mi conocimiento del fútbol español data de 1909. Jugaba yo en el Middlesbrough, cuando una noche, en un baile, fui presentado a un español, quien inmediatamente me empezó a hablar de lo que era mi profesión. Esto no me causó ninguna sorpresa porque es norma que todos los extranjeros que viven en Inglaterra se interesen por el gran deporte inglés». Pentland apunta en sus memorias que «lo que me sorprendió fue que me pintara la popularidad del fútbol en España. No teníamos entonces ni idea de cómo y cuánto se jugaba en el Continente. No se jugaban partidos entre los equipos ingleses y los del resto de Europa con la frecuencia de los años posteriores». Además se asombraba: «Fútbol en España. Sonaba a cosa extraordinaria e increíble. Yo tenía en mi juventud una idea especial de este país, colmada de los consabidos tópicos. El sol de España, las mujeres de pelo negrísimo y flores en el pelo, los hombres juncales montados en briosas jacas. Y naranjos… Naranjos plantados en mitad de las calles. Finalmente, el rasguear de las guitarras. Mi amigo era vasco. Bilbaíno. A poco de hacer amistad con él me indicó que su equipo, el Athletic, debía jugar un partido de gran trascendencia, la final del Campeonato de España. Y que deseaba contratar a tres o cuatro jugadores profesionales, y a mí mismo, para que fuésemos a Bilbao a jugar ese partido».
Fue una propuesta que se liga directamente a lo que cuenta la historia del Athletic en relación a la temporada 1909-1910, en la que hace referencia al viaje de negocios de Teodoro Seebold a Sunderland y el encargo que recibió por parte del presidente del club, Pedro Astigarraga, de contratar a «tres o cuatro» futbolistas ingleses de cara a reforzar el equipo para el campeonato de España que se debía celebrar en San Sebastián. «Naturalmente no acepté el ofrecimiento», cuenta Pentland, «porque los clubes profesionales ingleses no daban esa clase de permisos, pero en mi deseo de ser grato al amigo, le busqué cuatro amateurs que fueran a Bilbao en esa ocasión, los cuales efectivamente jugaron la final. ¡Poco podía suponer que años más tarde sería yo mánager de aquel mismo Athletic!» Fueron cinco los ingleses contratados, según la historia oficial del club: Veitch, Sloop, Martyn, Grapham y Burns.
Todavía ahora hay gente que sin conocer la historia del Athletic asegura que fueron unos pocos ingleses los que jugaron en el Athletic, tal vez porque durante años, se ha contado una verdad edulcorada en las diversas historias del club, como la de José Ramón Mandiola, que escribió en 1979 que “aquellos ingleses de hace 80 años eran, en realidad, auténticos sportman que no habían venido a jugar al fútbol, sino a trabajar en sus profesiones, y muchos de ellos, entre todos eran apenas tres o cuatro los que jugaban al fútbol, arraigaron aquí”.
Pero una voz tan autorizada como Josu Turuzeta, que es, tal vez, la persona que más ha estudiado todos los documentos habidos y por haber de aquellos primeros años, asegura que algunos de ellos “vinieron a ganarse unas libras jugando al fútbol”. Según Turuzeta, la “Historia del Athletic de Bilbao”, de 1969, y la “Historia del fútbol vasco, de 2001”, ocultan esa realidad, y eleva a más de 60. ¡Sesenta!, el número de jugadores extranjeros en las filas rojiblancas. Y no todos eran británicos. El historiador rojiblanco contabiliza un belga, un suizo, un danés, tres suecos (dos de ellos eran noruegos, aunque su país entonces no era independiente), un francés y varios irlandeses. Y los nombra: Allen, Aulighin, Barry, Burns, Butwell, Calwell, Cameron, Cazeaux, Clapham, Cockram, Crawford (portero del Queens Park Rangers), Curties, W. Davies, L. Dyer, Sydney, J. Dyer, Dybourne, Essery, Evans, Gervasch, Gimmerson, Gouk, Graham, Harrison, Hastings, Hesloop, Holter, Koter, Langford, Laserre, Ladway, Leigh, Carlton Lewick –fue caballero del imperio Británico–, Linnaöe, Löendsen, Mackins, McCulloch, Mac Lennan, Martin, Meltzer, Meyler, Miller, Mills, D. Moffat, A. Moffat, Monroe, Mortimer, Munro, Moser, Newbigin, Patterson, Rutherford, Seyh, Simmons, Smeaton, Smith, Söendran, Startsmans, Shuterland, Taylor, Tickner, Turner, Veitch y Veurege.
Gracias a la extraordinaria labor de documentación de Josu Turuzeta, conocemos todos los nombres. Además, apunta que en 1909, como consecuencia de que el Madrid CF no jugó la Copa, el Barcelona y el Athletic se repartieron sus jugadores. Mortimer jugó con los bilbainos.
El Athletic jugó aquel campeonato con el inglés y además, varios jugadores madrileños. Su alineación estuvo formada por Asuero; José Mari Belauste, Ibáñez de Aldecoa, Iza, Ruete, Mandiola, Valle, Vega Seone, Mortimer, Revuelto y Elosegui. El penúltimo de la alineación, Federico Revuelto, era jugador del Real Madrid, con el que había ganado la Copa el año anterior. Era guatemalteco, y unos años más tarde asumió, de forma interina, la presidencia del Real Madrid.
Dos años más tarde, el Athletic que había ganado la Copa de 1910 con los ingleses contratados por Sebold y que buscó mister Pentland, tenía que organizar la de 1911, que se jugó en Jolaseta, el nuevo campo de los bilbainos. Como en los años precedentes, el club rojiblanco contrató a varios futbolistas extranjeros, aunque a algunos de forma irregular. Ganó el título, pero se lo quitaron. La Federación, sin embargo, se lo restituyó un año después.
¿El inicio de la filosofía?
Y es este momento el que muchos marcan como el inicio de la “Filosofía”, por tanto, un instante crucial en la historia del Athletic. Se habla del orgullo del club, del resquemor por haber perdido momentáneamente el título, pero no se repara en otras variables que también afectaron al resto de los clubes de fútbol que competían en España. Si se analizan las alineaciones del Madrid, del Barcelona, del Español o del Unión de Irún de aquellos años posteriores a 1911, se observará que el número de nombres de jugadores extranjeros disminuye hasta desaparecer prácticamente.
¿Por qué? Primero, por la nueva reglamentación. La Unión Española de Clubes de Fútbol que permitía sólo tres extranjeros por equipo, y que además llevaran tres temporadas en España. Unos años después se prohibieron los extranjeros.
Otras causas, como apunta Turuzeta en su libro: el Athletic quería limpiar su imagen de equipo tramposo. Además, no se podía permitir contratar a jugadores de fuera porque no había dinero en sus arcas. Se había endeudado para construir San Mamés. Es más, en 1914 comenzó la I Guerra Mundial y los británicos residentes en Bizkaia fueron llamados a filas. En junio de 1916, el entrenador, mister Barnes, tuvo que incorporarse al ejército.
Por otra parte, cada vez había más afición en Bizkaia y en todos los lugares en los que se jugaba al fútbol. Se organizaban torneos infantiles y de promesas, y de allí surgían futbolistas.
El Athletic, como club, no cerró las puertas a los foráneos. Fue una evolución natural.
Ricardo de Irezabal traza el camino
De hecho, en 1920, con el regreso de mister Barnes, en la plantilla del Athletic había un jugador gallego, Fernando Castro. No figura en los anales rojiblancos, porque a pesar de jugar bastantes partidos amistosos, no disputó ningún encuentro oficial. No era extraño. Esa temporada el Athletic sólo disputó 12 partidos oficiales por 30 amistosos, a los que se daba bastante más relevancia que ahora. Castro era de Vigo, vino a estudiar su carrera en Bilbao, había jugado en el Vigo Sporting y era hermano de Manuel de Castro, que fue fundador del Celta –tiene una estatua a la entrada de Balaídos–. Se casó con la hermana de Ochandiano, uno de sus compañeros en el Athletic. Su hijo Fernando, además de campeón del mundo de Pala y después periodista, llegó a ser el socio número uno del club.
En aquellos años veinte no había problema en integrar a jugadores de fuera; lo que no había era dinero para contratarlos.
Tres años más tarde, en 1923, cuando comenzaba a bullir el debate en España sobre la profesionalización de los futbolistas, y algunos ya cobraban por jugar –los casos más claros eran Samitier y Zamora–, en el Athletic también surgió la cuestión. El periódico Euzkadi, editado por el PNV, se hizo eco de la polémica, y encuestó a varios personajes relacionados con el fútbol vasco. Uno de ellos era Ricardo de Irezabal, a la sazón, presidente del Athletic, se mostraba en contra: «Es uno de los temas más discutidos y que más se han de discutir en el football, el del profesionalismo, porque se trata nada menos que del tránsito de una afición general, abierta al público, sin comparaciones con técnicos especializados, al establecimiento de una especie de carrera o profesión, que inevitablemente tiende a cerrar el camino al progreso del sport de los amateurs«.
Irezabal venía a decir que el fútbol español no estaba preparado aún, en 1923, para dar el gran paso: «En otro países como en Inglaterra, por ejemplo, coexisten el profesionalismo y el entusiasmo por el juego de amateurs, pero cada país tiene una psicología propia y por ahora al menos, y seguramente en mucho tiempo, nosotros no estamos preparados para ello«.
Y, atención, Irezabal trazó en el siguiente párrafo de su respuesta, lo que se podría considerar como una aproximación a la «filosofía» del club: «Mi opinión es contraria en todo punto al profesionalismo en la Península, porque si algo es simpático y vulgarizador del deporte en nuestro país es ese entusiasmo, esa unión que cada público toma con sus colores, lo que sería casi imposible tratándose de grupos profesionales, llegando yo, por este propio sentido que busco, hasta a señalar como suprema aspiración que siempre sean de la región respectiva los jugadores de cada club que tomen parte en los campeonatos».
Sin embargo, había otras voces como la de Alejandro de la Sota, impulsor del periódico deportivo Excelsior, opinaba lo contrario. Estaba a favor del profesionalismo: «Es el más grande movimiento revolucionario a que condujo la estructuración del foot-ball association. Una decisión que «no debe atemorizarnos, sino interesarnos, como no debe atemorizar a nadie todo los que influya para democratizar humanamente a las masas», aseguraba
Irezabal, sin embargo, consideraba que jugar con la gente de casa era la «aspiración suprema», aunque eso fuera lo que iba a evitar el profesionalismo. Hablaba de aspiración, no de que el Athletic tuviera obligación de jugar siempre con futbolistas de casa, y además sabía que actuaba contracorriente: «Desgraciadamente, en el terreno de los hechos mis opiniones están demasiado contrariadas y no hay más que leer la prensa de las diversas capitales para ver la frecuencia con la que unos clubes culpan a otros de profesionalismo. Está sobre el tapete, en estos momentos, el pleito Celta-Deportivo- Coruña y es triste enterarnos de los que, con esta ocasión nos dicen los periódicos gallegos. No hablemos de algunas otras regiones».
Irezabal reclamaba en sus manifestacioned su atención hacia el fútbol vasco y el mérito que suponía, ya en aquellos tiempos, triunfar sólo con jugadores de casa: «Hay que hacer justicia al football vasco, del que se puede asegurar que es el que sale mejor librado a este respecto y por eso sus triunfos despiertan la ola de entusiasmo que hemos visto en las últimas ocasiones. Sin ir más lejos, la temporada pasada el Athletic ganó el campeonato con once jugadores vizcaínos. No serán muchos los clubes ajenos a la región vasca que pudieran decir otro tanto».
De todas formas, el presidente del Athletic se resignaba. Sabía que sus tesis acabarían siendo derrotadas tarde o temprano, aunque trataba de alertar de los riesgos del profesionalismo: «Desgraciadamente, la misma importancia que va adquiriendo el football, la amplitud con la que el público contribuye a sus festivales, va facilitando el profesionalismo, y ya hay partidarios de él, de tal modo que reconozco que vencerá a la postre; pero el día de esa victoria será el del decaimiento del purismo de este deporte, que vendrá a ser sustituido por un espectáculo más, que por simpático e interesante que sea, no dejará de ser mercenario, ni identificará como hoy identifican los amateurs, los colores de un club con la emulación de una sociedad entera y de toda la juventud de una región».
Es decir, según Irezabal, sólo el amateurismo podía seguir siendo el soporte de los clubes para poder jugar con los futbolistas de la tierra. Posteriormente, el presidente del Athletic se exiliaría en México. Su hijo, del mismo nombre, regresó años más tarde, se afincó en Madrid y llegó a ser presidente del Atlético de Madrid, en la transición entre Vicente Calderón y Alfonso Cabeza.
En la primera mitad de la década de los años treinta no hay ninguna mención específica a la «filosofía» rojiblanca. El Athletic sigue jugando con jugadores vizcaínos, aunque empiezan a entrar futbolistas, como Victorio Unamuno, nacido en Bergara (Gipuzkoa) para reforzar una plantilla ya profesional. De hecho, varios socios habían pedido, a través de un escrito, la profesionalización total del club: «Entendemos que en las competiciones de gran envergadura nuestros equipos deben formarse con elementos que en ningún caso puedan oponer por conveniencias personales reparos ni dificultades a sus desplazamientos o entrenamientos y a cuantas asistencias les reclame el entrenador, abogando por ello en pro de la formación de equipos exclusivamente profesionales». Ninguna mención a la procedencia de los jugadores. Incluso, en el mismo escrito, se habla de la procedencia del entrenador: ¿Extranjero o nacional? A nuestro juicio, entrenador a secas, pero entrenador con autoridad y prestigio profesional, conocedor de las distintas escuelas de juego y que no ignore las características del nuestro, del peculiar del Athletic, del que más se amolda a las condiciones físicas de nuestros muchachos, de nuestro clima y de nuestro ambiente. Nos gustaría mucho dominio del balón, pase largo, educación física precisa para mantener una movilidad extrema en los noventa minutos de juego; energía y furia, mucho corazón y mucha cabeza, pero ésta última para jugar con los pies, bien que ese es, principalmente, el juego del football».
¿Un jugador alemán?
El mismo mister Pentland había respondido meses antes, a una carta del club en la que le requerían para que diera su opinión sobre la profesionalización de la plantilla.
«Mi querido Errasti
Muchísimas gracias por su amable carta del día 6 que he recibido hoy, y también mi más profundo agradecimiento por su ayuda en la obtención del puesto de entrenador en su gran club. La pregunta sobre los jugadores profesionales es tan importante que creo que es necesario que viaje a Bilbao para poder entrar a fondo en la materia. Este es un tema difícil de decidir por correspondencia. Si usted piensa que vale la pena y debo hacer el viaje, me envía un telegrama y viajaré inmediatamente. Creo que sólo sería necesario que me quede un día o dos en Bilbao para luego regresar a Londres y continuar mis vacaciones. Si decide que el viaje es innecesario, entonces yo creo que el mejor plan sería que me envíe una lista completa de los profesionales que ya tiene el equipo y aquellos de los que se propone su inclusión y así le podría dar mi opinión sobre el tema.
Una vez más, mis mejores deseos su fiel: FB Pentland».
Las cosas siguieron igual, plagadas de triunfos, hasta 1936. El Athletic ganó la última Liga antes de la Guerra Civil, y después, como consecuencia de la contienda, el equipo se desmanteló. No volvió a surgir hasta 1938, cuando después de varios torneos para captar jugadores, en los que participaron 39 equipos, regresó a los terrenos de juego. El primer partido, amistoso, lo jugó en Burgos, por aquel entonces la capital de la España rebelde. Fue el 24 de abril. El entrenador provisional fue el masajista, Perico Biritxinaga. Los rojiblancos ganaron 6-1, y en la alineación hay un nombre muy llamativo, el del portero: Kirschner, que fue sustituido en el descanso por Idigoras. El guardameta no vuelve a aparecer en ninguna alineación más, aunque existe una fotografía en la que aparece posando con la plantilla rojiblanca.
Era un personaje misterioso hasta que el historiador futbolístico Lartaun de Auzmendi descubrió los datos sobre su origen, que El Correo plasmó en un artículo interesantísimo.
La posguerra
Si en los años treinta, el Athletic se nutría de jugadores de casa exclusivamente, se debía, entre otras cosas, a que la cantera vasca funcionaba a pleno rendimiento. En Primera jugaron en la temporada 1930/31, cinco equipos vascos, todos con jugadores de casa, y la Liga sólo tenía diez equipos, es decir, la mitad. Pero es que en la temporada 1934/35, el campeón fue el Betis, y en su once habitual jugaban seis jugadores vascos: Urquiaga, Aedo, Areso, Lecue, Larrinoa y Unamuno.
En los años cuarenta siguió siendo así. El Athletic exportaba jugadores, no tenía necesidad de comprar de fuera, era algo natural. La «Filosofía» no se escribía en ningún lugar. Con motivo de las Bodas de Oro del club, en junio de 1948, se puede encontrar un pequeño parrafito en La Gaceta del Norte, en el que se hace alusión a que «El Atlético –llamado entonces así–, ha sido en estos cincuenta años, para Bilbao, motivo permanente de orgullo, ya que entre sus muchas cualidades destaca una, que por si sola equivale a un récord, a un título, a que Vizcaya entera se entregue a su club. Esta cualidad es la de haberlo mantenido a base de valores locales, siendo al propio tiempo escuela de futbolistas nacionales que más tarde reforzaron, refuerzan y reforzarán a otros equipos».
¿Cuál era la filosofía en aquellos años?, porque observando las plantillas desde 1930 hasta 1960, es decir, en un periodo de 30 años, el Athletic no realizó ningún fichaje de un jugador procedente de otro club de su misma categoría, por lo que se podría decir que la filosofía consiste en no hacer fichajes de fuera, de jugadores que no hayan pasado antes por un club de Bizkaia. Por hacer una excepción, se podría afirmar que el fichaje de Echaniz, en la temporada 56-57, es el primero de un jugador que interesaba al Athletic y que ya había jugado en Primera División. Lo había hecho dos temporadas con el Alavés, aunque cuando llegó a Bilbao, el equipo vitoriano estaba en Segunda. En esos treinta años en Primera División, sólo hubo 17 futbolistas que no habían nacido en el territorio histórico de Bizkaia. A saber: Muguerza (Eibar), Roberto (Eibar), Unanumo (Bergara), Petreñas (Soria), Oceja (Cantabria), Higinio Ortuzar (Santiago de Chile), Macala (Barcelona), De la Campa (Cantabria), Larrauri (Filipinas), Arruti (San Sebastián), Aramberri (Deba), Areta (Pamplona), Lasquibar (Tolosa), Estenaga (San Sebastián), Echaniz (Azkoitia), López (Irun), Etxabe (Zarautz) y Merodio (Barcelona). De ellos, catorce se formaron en la cantera vizcaína y hay uno que ofrece dudas, De la Campa, nacido en Comillas y que llegó al Athletic con 27 años. Se puede decir que con la política de cantera de aquellos tiempos, el Athletic hizo cuatro trampas, pero desde luego, la «filosofía» era mucho más estricta que la actual. La norma era jugadores vizcaínos o de la cantera de Bizkaia.
Actitud monolítica
Para conocer la actitud oficial del club en los años 50, hay que echar mano del libro «Cuando el balón no es redondo», escrito por Jaime Olaso, fundador y presidente del Indautxu, en lo que hace referencia al caso de Jesús Pereda, que jugaba en el equipo bilbaíno. «Interesaba a las secretarías técnicas de todos los clubes españoles. El Athletic desde el principio, no sólo no hace ninguna gestión por conseguirlo, sino que cuando se provoca la conversación, su presidente, Enrique Guzmán, aclara desde el principio su posición sin llegar a discutir nada en cuanto a lo económico. Pereda no cabe dentro del Athletic, porque su nacimiento en Medina de Pomar no entra dentro de las normas del Athletic, de que sus jugadores sean vascos. Así, sin titubeos de ninguna clase nos lo dijo almorzando en el restaurante del hotel Mora, sito en el alto de Somosierra, cuando allí nos encontramos. Recuerdo, le insistí, lo de Oceja y Petreñas, que habían nacido en Escalante y Soria respectivamente, y que la tradición del Athletic no era la que él decía, puesto que más que el nacimiento, se refería a los jugadores que se habían hecho en nuestros equipos desde niños. Su respuesta volvió a ser concluyente. Todo Madrid está pendiente de que fichemos a Pereda para tirársenos encima». No hubo cambio de opinión. El presidente del Indautxu, no obstante, siempre creyó que el lugar de nacimiento de Pereda sólo fue una excusa; que en aquellos tiempos su club molestaba al Athletic y decidieron buscarle las vueltas a través de la prensa, que cargó contra su club, porque el Athletic decidió no explicar públicamente las razones de no fichar al jugador. De hecho, Olaso relata que una vez, en las oficinas rojiblancas de Bertendona, que tenían un local para los socios, tuvo que aguantar la reprimenda de quien había sido capitán del Athletic, Carmelo Goyenechea: «No comprendo que dejen entrar aquí a antiathleticos que traspasan los jugadores al Real Madrid». Sin embargo, dos años antes el Athletic había obrado igual con Miguel Jones. Daucik le tuvo entrenándose con el Athletic durante un mes, pero tuvo que desistir porque la directiva no aceptó fichar a un jugador nacido en Guinea y que llevaba desde niño en Bilbao. Se marchó al Indautxu y luego al Atlético de Madrid.
El 23 de diciembre de 1957, Pereda fichó por el Real Madrid, sin que el Athletic hiciera ningún movimiento. Cinco días más tarde, La Gaceta del Norte publicó una columna en la que anunciaba la inminente llegada a Bilbao de dos futbolistas argentinos, uno de padre vizcaíno, y otro vasco-francés, jugadores del River Plate, a prueba en el equipo rojiblanco. La información se difundió el 28 de diciembre, día de los Inocentes. Era una broma.
La «política» del Athletic
En los años sesenta, la «política» de fichajes fue casi exclusivamente vizcaína. De hecho, entre 1960 y 1970 sólo hubo dos incorporaciones foráneas, la del gran José Ángel Iribar, que además llegó de un equipo vizcaíno, el Basconia, y la de su suplente, Zamora, donostiarra de origen, pero en el Athletic desde juveniles. A finales de la década fichó Navarro, del Eibar, que antes de llegar a la primera plantilla, pasó por el Bilbao Athletic. La filosofía seguía siendo casi exclusivamente la de fichar vizcaínos o gente formada en Bizkaia.
Después de Enrique Guzmán se sucedieron en la presidencia Javier Prado, Julio Egusqizaga –que falleció en un accidente de coche–, Félix Oráa y José Antonio Eguidazu, que en una entrevista concedida a El Mundo Deportivo, ratificaba su apoyo a la costumbre de no fichar jugadores foráneos. En aquellos tiempos no se llamaba «filosofía» sino «política».
–¿Es que el Athletic no tiene dinero y esa es la causa de no variar de política?
–El Athletic tiene dinero. Pero le puedo asegurar que jamás abandonará su política de tener jugadores de nuestra propia cantera regional.
–¿Cree que esa política es acertada?
–Creo que sí. El pueblo vasco es eminentemente tradicionalista y está acostumbrado a ello. Sé que entraña sus dificultades y que nos condiciona muchísimo. Pero por nada del mundo renunciaremos a ella.
–¿No van a tener dificultades?
–Quizá sí. Quizá tengamos dificultades para competir año tras año por el título. Pero no olvide que el Athletic, sólo con jugadores de la cantera, ha logrado títulos en épocas anteriores cuando también los demás equipos tenían extranjeros. Y que actualmente es él club español que más títulos –de Liga y Copa– posee. Eso quiere decir que aunque nuestra política de jugadores entrañe alguna dificultad. no por eso dejamos de aspirar a lo máximo y de conquistarlo en muchas ocasiones merced a nuestro esfuerzo y a nuestro trabajo.
–¿Desde cuándo viene esa política?
–Desde siempre. Forma parte de nuestra manera de entender el deporte. Y de hacerlo con personas que, por ser de nuestra tierra, sienten los colores como nadie y saben la importancia que reviste el defender la camisola rojiblanca. Los únicos extranjeros que han jugado en el Athletic fueron aquellos que fundaron el club y que vivían en Bilbao. Incluso algunos de ellos aún viven y siguen residiendo en nuestra ciudad.
La gran revolución
A comienzos de los años setenta se incorporaron al Athletic Gisasola, del Eibar, y Astrain, que llegaba del Oberena pamplonés, pero poco después se iba a producir la gran revolución en la «filosofía» del Athletic. Fue un vuelco total a lo anterior. Sin romper con los métodos anteriores, cambió todo. Y se produjo sin ningún debate por medio de la masa social. posiblemente, las redes sociales hubieran echado chispas si este cambio se hubiera producido en los tiempos presentes, pero no pasó nada. Se asumió con naturalidad. El 23 de junio de 1972, el Athletic fichó, a golpe de talonario, a Miguel Mari Lasa, procedente del Granada. Costó ocho millones de pesetas, la cantidad más grande pagada nunca por el Athletic por un fichaje. En el verano de 1973, fichó Pedro Mari Zabalza, procedente del FC Barcelona, y en 1975 Javier Irureta, que llevaba ya varios años en el Atlético de Madrid, pese a la oposición de quien había sido su compañero y entonces ya entrenador, Luis Aragonés. En 1976 llegó Iñaki Churruca. Su traspaso desde el Sporting montó tal revuelo en Gijón, que su club tuvo que hacer una asamblea extraordinaria para que los socios votaran si podía ser vendido. Con el dinero de la operación (50 millones de pesetas), el Sporting comenzó la creación de las instalaciones de Mareo. En la temporada siguiente, el Athletic incorporó a la Operación Retorno a Tirapu, del Valencia, y Aitor Aguirre, del Racing.
Ahí se abrió la puerta a un cambio monumental, una vuelta de tuerca, tal vez la más grande, a la llamada «filosofía» del Athletic.
Y dejando a un lado los primeros años del club, con la profusión de jugadores venidos del Reino Unido y de otros países, se puede afirmar que en el resto de la historia del Athletic hasta esos años setenta de la Operación Retorno, sólo se puede encontrar un caso puntual de un futbolista que nació en el País Vasco pero no se formó en el Athletic o en algún equipo vasco, fue Nemesio Tamayo Bedarona, nacido en Bilbao, que vivió en Bermeo hasta los siete años, y que después se fue a vivir a Chile y se formó siempre en equipos de aquel país, antes de regresar a Bilbao y jugar en el Athletic media temporada. Hubo varios, nacidos fuera, que jugaron por formarse aquí, pero ese otro caso, que no se había contemplado salvo en una ocasión en noventa años de historia, y que en definitiva es otra vuelta de tuerca más a la filosofía, se ha repetido varias veces desde hace unos años (Llorente, Lucía García).
No voy a entrar en los tiempos actuales, en las trampas y los estiramientos de chicle, sobre todo desde que una parte de la afición considera que el texto que se incorporó a la página web del club en tiempos de Fernando García Macua, es un texto legal e inamovible, cuando en realidad no es sino un resumen indicativo de una política que ha sido cambiante con el tiempo, flexible, y que seguirá cambiando. He hecho un resumen prolijo de esos cambios, que en realidad dejan al club en el mismo lugar que siempre. La tradición se va modificando lentamente con el paso de los años, aunque la esencia sea la misma.