LOS CROMOS DEL ATHLETIC
El lateral eterno
TEMPORADA 1952/1953
El álbum de la editorial Bruguera de la temporada 1952/53 se dedicaba en exclusiva a la Primera División y tenía 18 páginas, una por cada equipo de la categoría. El libro para coleccionar cuesta 50 céntimos y cada sobre con cuatro cromos tenía un precio de 25 céntimos. La editorial garantizaba que todos los coleccionistas podrían completar el álbum porque podían solicitar los últimos 20 cromos por correo enviando el cupón ‘Ases del Fútbol’ que figuraba en el álbum, además de cuatro pesetas en sellos de correo.
En 1952 sucedieron cosas que después llegaron a ser muy importantes, como la invención del código de barras; otras que marcaron el mundo de la cultura, como el estreno de Esperando a Godot, de Samuel Becket. También se produjeron asuntos que con la perspectiva de los años se pueden calificar de pintorescos. ¿Cómo si no, calificar la entrada de Colombia en la Guerra de Corea en apoyo de Estados Unidos? por supuesto, en Bilbao importaban más otras cosas, una de ellas, como siempre, el Athletic.
Ese año, los niños se encontraron en su álbum de cromos, pocas caras nuevas. En la fila más alta, junto al escudo del «Atlético de Bilbao», aparecía Carmelo, el guardameta, y José María Orue, que desde entonces, y durante 15 temporadas más, seguiría allí, en el lugar que corresponde al número 2, el lateral derecho. Fue el capitán discreto y eterno.
Orue jugó su último partido oficial en enero de 1968, a punto de cumplir los 37 años, pero curiosamente, se despidió con la camiseta del Athletic tres años después, cuando ya tenía 40, en el homenaje que con bastante retraso le rindió el club bilbaino, el 5 de mayo de 1971, frente al West Bromwich Albion, el equipo de Ronnie Allen, que en aquel tiempo ocupaba el banquillo local de San Mamés.
Orue, un futbolista silencioso, que nunca fue considerado una gran figura, tuvo que lidiar en su banda con jugadores como Enrique Collar o Paco Gento, dos estrellas de la banda izquierda del Atlético de Madrid y el Real Madrid respectivamente. Sus duelos eran apoteósicos, de lo mejor que se podía ver en el fútbol de aquellos tiempos de pasión y barrillo. Collar era habilidoso y Gento veloz, la Galerna del Cantábrico le llamaban por su origen santanderino. En los primeros tiempos, cuando Orue era joven, trataba de adelantarse a sus rivales; después, ya veterano, les esperaba.
En 1956, Orue y Collar se enfrentaron en la final de Copa del generalísimo,en el Santiago Bernabéu. Existe en internet un vídeo impagable: todas las acciones del partido filmadas desde detrás de las dos porterías, ordenadas por tiempos, así que es posible observar los ataques de ambos equipos en cada área. Se ve en acción a Collar y Orue en multitud de ocasiones, y es siempre el jugador vizcaíno el que sale airoso de la jugada. Tanto le tuvo que exasperar el marcaje de Orue, que Enrique Collar fue expulsado en los últimos minutos por una dura entrada a Carmelo, cuando el portero del Athletic pretendía sacar de puerta.
José Mari Orue no fue un defensa violento. Es más, los periódicos se cuestionaron en su momento, a psar de su regularidad, si merecía la pena convocarlo para la selección española, «porque era demasiado buena persona». Hubo polémica por ello. Se decía en su tiempo que Orue iba para sacerdote e incluso se llegó a escribir que por su carácter podría bajar la moral del resto de los seleccionados, aunque en 1971, en vísperas de su partido de homenaje, Joaquín de Goñi, que firmaba entrevistas cortas en la última página de La Gaceta del Norte, le preguntaba:
– ¿Eres un hombre religioso?
– Depende. Entiendo que es preciso poseer una vivencia de lo que uno siente.
– ¿Y tú la sientes?
– Lo intento.
Al final, Orue llegó a internacional, pese a ser buena persona. Jugó contra Suecia, Holanda, Suiza y Grecia con la camiseta de la selección española. Di Stéfano decía de él que era un gran lateral; Amancio destacaba su velocidad y su casta; Pirri apuntaba en una entrevista a El Correo que «yo sólo era un chavalín cuando jugué por primera vez contra él. Pero recuerdo que, entre otras cosas, me impresionó la gran pareja que formaba con Garay».
Veinte años en el Athletic. Un logro importante para un chaval que comenzó a jugar al fútbol en el equipo de Acción Católica de Zorroza, que entonces se enfrentaba a los demás conjuntos infantiles de Rekalde, Basurto o La Casilla, en el monte Arraiz. De allí le fichó el Acero Club de Olabeaga. Firmó por el Athletic y fue cedido al Getxo; regresó y jugó dos partidos en 1950, aunque de nuevo se marchó en una cesión, esta vez al Barakaldo.
Cuando regresó se convirtió en titular, ya casi hasta su retirada. Ganó una Liga y tres Copas. Jugó 481 partidos y sólo marcó un gol, al Alavés, el 1 de enero de 1956.