ATHLETIC
Nadie lo sabía

JON RIVAS
El fútbol es tan voluble y pasa tan rápido, que casi todo se olvida en una semana, o en un mes. No digamos si nos ponemos a repasar lo que sucedió hace diez años. Otra de las cuestiones, cuando se echa la vista atrás, es juzgar los acontecimientos con la perspectiva actual, que es algo consustancial con la naturaleza humana, pero a la vez es un peligro. No se puede mirar una película de los años cincuenta con los parámetros del siglo XXI, porque nos quedará una visión muy distorsionada. Puedes sonreír, o extrañarte, por los diálogos machistas, porque fumaban como si no hubiera un mañana, o por muchas otras cosas, pero es que el mundo entonces era así, y todo ha cambiado, sobre todo las mentalidades de las personas. «El hombre es hombre», decía mi abuela, porque había nacido a principios del siglo XX. Sigue habiendo rescoldos, pero ya casi nadie piensa así.
A raíz de la despedida de Aduriz ha vuelto a aparecer la memoria selectiva, y la comparación del Athletic actual con el de 2008, que es cuando el delantero rojiblanco tuvo que marcharse por segunda vez del club, así que a modo de recordatorio, voy a poner unos cuantos datos sobre la mesa. No se trata de exculpar o de culpar a nadie, sino, simplemente de poner las cosas en su contexto. La evolución del futbolista fue una gran sorpresa para todos después de su segundo regreso a Bilbao, y supongo que también para él, así que suena ventajista echar las culpas a quien se desprendió del jugador, y más, con algunos argumentos que se esgrimen por el camino.
Vamos a recordar que en 2008, cuando Aduriz se marchó del Athletic, el club estaba intentando salir de una crisis deportiva e institucional sin precedentes. En caja no había dinero; el presidente Fernando García Macua –recordemos que con el consenso de los demás candidatos a la presidencia–, se gastó el que había en fichajes indispensables en ese momento para salir del pozo. Incluso el entrenador, Joaquín Caparrós, llegó por consenso entre los dos candidatos que se disputaron la presidencia. Tanto Juan Carlos Ercoreca como Macua habían decidido que el sevillano sería su técnico. De hecho, Caparrós esperaba los resultados de las elecciones en un hotel de Bilbao para ir a felicitar a uno u otro. El primer año sirvió para curar heridas, tapar agujeros y cerrar la brecha social que se había abierto. También para hacer cuentas. Y no salían. Con la perspectiva del tiempo, las cifras de entonces parecen ridículas, pero el Athletic cobraba 17 millones por derechos de televisión y la mayor parte de su presupuesto se sustentaba en las cuotas de socios. Un millón de euros era un dineral.
Cuando acabó la temporada 2007/08 y se empezó a ver un poco la luz, las cuentas seguían sin cuadrar. Había llegado un requerimiento judicial para que el Athletic depositara los cinco millones de euros por Zubiaurre que marcaba la sentencia del juicio. Mucho menos de lo que solicitaba la Real Sociedad, pero bastante dinero para pagarlo de golpe. Por muchos números que hiciera la directiva, todo eso pesaba como una losa sobre ellos, responsables del club, a los que tendrían que ejecutar los avales en caso de números rojos pese a que no eran, ni mucho menos, responsables del desastre.
Sólo un traspaso podía mejorar la situación económica. Y aquí vamos a la parte deportiva. Un año antes, Ismael Urzaiz había dejado el Athletic para buscar una aventura más plácida en el Ajax. Quedaban dos delanteros como referencia: Aritz Aduriz y Fernando Llorente, que parecía que empezaba a despegar. El primer año del bienio negro, Aduriz había marcado seis goles en 15 partidos y Llorente sólo dos en 22 partidos. En la segunda temporada nefasta, Aduriz, en 34 partidos sumó 9 goles por dos de Llorente en 23.
Pero con la llegada de Caparrós varió la tendencia. Confió más en Llorente, que jugó 35 partidos y marcó diez goles. Fue titular 25 veces y completó 18 partidos. Sumó 2.297 minutos. Aduriz, por su parte, jugó 33 partidos, nueve de ellos completos y 20 como titular. En total, 1.935 minutos y siete goles. Cuando llegó la hora de decidir, el club decidió traspasar a Aduriz, cuatro años mayor que Llorente, que había dado un importante salto de calidad –en los cuatro años siguientes marcó 13, 14 , 18 y 17 goles–, y hacer caja, o por lo menos, maquillar las cuentas.
Y Aduriz no fue malvendido, como he leído varias veces por ahí, otra vez mirando lo que sucedió hace más de diez años con la perspectiva actual. El Mallorca se comprometió a pagar seis millones de euros. Era el tercer traspaso más caro en la historia del club, por detrás de Del Horno al Chelsea, por 12 millones, y de la marcha de Karanka al Real Madrid, que pagó la cláusula de rescisión de mil millones de pesetas –6 millones de euros, como el traspaso de Aduriz–, y eso fue en 1997, once años antes que la operación con el Mallorca. La venta de Aduriz fue la más cara de un jugador español aquel verano en el que se empezaban a notar las consecuencias de la crisis económica. Los fichajes de Piqué por el Barcelona, procedente del Manchester United, de Fernando Navarro por el Sevilla y de Joseba Llorente por el Villarreal, costaron cinco millones cada uno. Se puede decir que al final fue un mal negocio, porque el Athletic recibió la mitad, pero no que se malvendió al jugador. Por cierto: los seis millones que constaban en el contrato de traspaso, servían para que los balances cuadraran, aunque el dinero tardó años en cobrarse.
El traspaso, eso sí, levantó ampollas en parte de la afición, y también en la plantilla, eso no hay que obviarlo.
Aduriz jugó dos años en el Mallorca. Marcó 11 goles en 35 partidos la primera temporada (0,28 de media en Liga) y 12 en 34 partidos la segunda campaña (0,34), Los dos años siguientes en el Valencia los saldó con 29 partidos y 10 goles (0,36) y 29 partidos y 7 goles (0,20). Entonces, el Athletic decidió hacerle regresar, uno de los mayores aciertos de Josu Urrutia durante su mandato. Fue un empeño personal que se tradujo en el fichaje. Pero ni Urrutia, ni el más optimista de los aficionados rojiblancos, ni los técnicos del Valencia, que le traspasó por 2,5 millones de euros, podían pensar que un futbolista de 31 años iba a crecer como lo hizo desde entonces. Es inverosímil una evolución así. Aduriz mejoró sus números de manera exponencial. En la temporada 2015/16, con 34 años, su media goleadora fue de 0,65 por partido, casi el doble que en su gran segundo año en el Mallorca que le valió el traspaso al Valencia. Superó durante seis temporadas el porcentaje de 0,40 goles por partido, al que no había llegado nunca durante su anterior estancias en el Athletic con una edad más «normal» para jugar al fútbol.
Ha sido un caso único de evolución futbolística, así que juzgar acciones y despertar rencores de hace más de una década resulta absurdo. Por mucho que algunos se hayan hecho a la idea de que ellos ya sabían que eso iba a pasar.
Esa verdad es mentira. Nadie lo sabía.
