TOUR 2020
Vuelve Alaphilippe, vuelve el Tour

NIZA HAUT PAYS/NIZA (186 Kms.)
GANADOR: JULIAN ALAPHILIPPE
LÍDER: JULIAN ALAPHILIPPE
Tuvo que ser el col de Éze el que despertara las conciencias de los ciclistas. Ese promontorio que se levanta sobre Niza, con esas vistas espectaculares sobre la costa mediterránea, se convirtió en la inspiración de unos cuantos, como suele serlo en la París-Niza. Volvió Alaphilippe y regresó el Tour. Recuerden el accidentado final de la edición anterior. Vestía el francés el jersey amarillo, se suspendió la penúltima etapa por las extremas condiciones meteorológicas que propiciaron desprendimientos de tierra a causa de las lluvias, los ciclistas se montaron en los coches y así llegaron a la meta, con Egan Bernal como nuevo líder y virtual ganador. Alaphilippe, cuando se suspendió la etapa, no tenía ninguna posibilidad de conservar el jersey amarillo, pero ni siquiera tuvo la oportunidad de cruzar la línea de meta por última vez con la túnica sagrada y entregarlo con gallardía, como los campeones.
Observándolo con la distancia de más de un año, aquella situación fue una premonición de lo que estaba por llegar. Si el Tour de 2019 acabó mal por culpa del tiempo, qué decir del de 2020, acosado, como el resto de las actividades humanas, por la pandemia. Por fin vio la luz, con dos meses de retraso, en lo que parecía un regreso parcial a la normalidad, pero las primeras impresiones no invitaron al optimismo. Esa huelga encubierta del primer día no les sentó nada bien a los aficionados, que incluso se tuvieron que tragar fake news sobre las posibles causas de las caídas, que se atribuyeron a un camión de la caravana publicitaria, perteneciente a una marca de detergente que, supuestamente, fue esparciendo jabón por la ruta en la que circulaban los corredores. Bastaba echar un vistazo al libro de ruta, o a los itinerarios horarios que aparecen publicados en la web del Tour, para desmontar la falacia, porque la caravana publicitaria no pasó por los puertos en los que los ciclistas se deslizaban como en una pista de hielo. No había caso.
En fin. Menos mal que apareció Julien Alaphilippe, a pesar de que el primer día también fue uno de los damnificados por las caídas, y comenzó a desmontar algunos de los mitos en los que se está apoyando el imaginario colectivo de los seguidores del Tour. Bastó la cuesta de Éze para hacerlo. Repasen la etapa, el primer paso por el puerto con el férreo control del equipo Jumbo, el de Roglic, Dumoulin o Martin, el que se puso con los brazos en cruz para parar la primera etapa. Tiraba Gesink, y parecía un titán, y los demás equipos miraban y se sentían inferiores, como temerosos de no estar a la altura que exige un Tour. ¿Pero esa era la marcha habitual de la carrera, o era un artificio propiciado por tanto maillot amarillo y negro en la cabeza del pelotón?
El andamiaje lo desmontó Julian Alaphilippe en el segundo paso, cuando atacó pizpireto, como siempre, con la pedalada alegre de antes del confinamiento, y le siguió el joven Hirschi, 22 años, y el veterano Yates, y entre los tres acabaron con la supuesta farsa (veremos si las etapas lo desmienten), del presunto control del Jumbo, porque el equipo de Roglic, de Dumoulin, que tan bien controló la carrera el sábado cuando el pelotón circulaba al ritmo de los paseantes que alquilan una bicicleta para darse una vuelta por Central Park –si van, no se dejen timar por los intermediarios no oficiales–, dejó de hacerlo en cuanto Alaphilippe tensó la carrera por primera vez. Así que habrá que decir que el francés se mereció recuperar el jersey de líder un año y dos meses después, por haber sido valiente.
