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TOUR 2020

Una gran aburrida etapa

Jerome Cousin, durante su escapada en la tercera etapa del Tour. © PAULINE BALLET / ASO

NIZA / SISTERON (198 Kms.)
GANADOR: CALEB EWAN
LÍDER: JULIAN ALAPHILIPPE


Este es el Tour que nos gusta, nada de huelgas encubiertas y control de los capos del pelotón. No es que cambie lo que sucedió el primer día con lo que se vio en la tercera etapa, pero es otro asunto. Los piquetes son cosa de los compañeros del metal, no de ciclistas, y si hay que poner la televisión para ver una etapa monótona, que sea como la de la ruta entre Niza y Sisteron, porque el recorrido y las circunstancias lo propician, no por cuestiones ajenas al ciclismo. Si hay que tragarse una jornada aburrida, se traga, no pasa nada, que los aficionados al ciclismo ya están acostumbrados y tienen el cuerpo y los relojes vitales adaptados, aunque no sea julio sino casi septiembre.

Saben que comenzarán a ver la etapa cuando el cuentakilómetros marque ciento y pico para la meta; que los comentarios televisivos les irán arrullando hasta la siesta, y que ese sexto sentido ciclista conseguirá que, como los osos cuando hibernan y se desperezan al llegar la primavera, se despierten a veinte kilómetros de la llegada. A veces falla, es verdad, y el chispazo eléctrico que saca de la siesta se produce cuando la cabeza del pelotón atraviesa bajo la flame rouge de los últimos mil metros, y no hay otra que ver el sprint todavía con cierto aturdimiento espacio temporal, y la baba  cayendo por la comisura de la boca, izquierda o derecha según el apoyo del cráneo en el sillón orejero. Pero no es lo habitual.

Tienen que sentir Pedro Delgado y Carlos De Andrés cierta angustia vital mientras comentan la carrera, en etapas como la de hoy. En un momento dado les debe embargar la angustia de pensar que no hay nadie al otro lado de la cámara; que si pudieran establecer una conexión a través de zoom o cualquier plataforma de teleconferencia, se encontrarían con miles de seguidores en los brazos de Morfeo, que es lo mismo que decir sobaos, pero en plan elegante. Puede que alguno estuviera duchándose, como aquel concejal en el pleno telemático.

No es una angustia real, porque siempre hay locos del ciclismo, y son muchos, pero hay que mantener un gran equilibrio mental para soportar esa angustia irracional. En días como el primero no hay problema, porque la sorpresa o la indignación, o ambas, atornillan al espectador al asiento y no permiten conciliar el sueño. En los días de montaña pasa igual. La expectación provoca insomnio, aunque luego casi nunca pase nada, pero a los aficionados les gustan las sorpresas y siempre esperan una. En eso son como quienes se encargan de llenar de zapatos los regalos la noche de Reyes. Al levantarse tienen la esperanza de encontrar un presente inesperado en el suyo, aunque la probabilidad de que los reyes de verdad se hayan pasado por el salón son escasas, por no decir nulas.

Fue una gran etapa muy aburrida, que también tiene que haberlas en el Tour, donde ya llegarán las emociones fuertes; por ejemplo mañana mismo, en el recorrido que acaba en Orciéres-Merlette, que es donde Ocaña le sacó hasta los higadillos a Eddy Merckx. La jornada sirvió para restañar heridas, para ir olvidando golpes; también para que ganara Caleb Ewan, que suma ya cuatro en su historial, y para que, como los ratones que va detrás de los gatos, Jerome Cousin, varias veces campeón de Francia de persecución, sintiera durante muchos kilómetros, con frío, bajo la lluvia, o con el sol pegándole en la cara, la sensación de ser perseguido. Escapó junto a Cosnefroy y Anthony Pérez, francés hijo de andaluces. Los dos luchaban por la montaña. Ganó Pérez y ambos se dejaron llevar para ser engullidos por el pelotón. Sin embargo, Pérez no llegó a vestir el jersey de topos. Tuvo una avería, al reincorporarse chocó contra un coche y se rompió la clavícula. Fue el mayor incidente de una gran etapa tediosa. Si el aburrimiento sirvió para que las costillas de Landa sigan mejorando, todos contentos.

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