Conecte con nosotros

TOUR 2020

Le basque bondissant

El pelotón, tranquilo, en los primeros kilómetros, con el Bora en cabeza. © ALEX BROADWAY / ASO

MILLAU / LAVAUR (168 Kms.)
GANADOR: WOUT VAN AERT
LÍDER: ADAM YATES


De pequeño escuchas cosas que se van quedando en tu cabeza; que no entiendes del todo, pero pasan a formar parte de la costumbre, aunque tú interpretes la situación como un misterio. Durante años, escuché decir a la gente mayor, que por supuesto es la que sabía, y la que estaba al cabo de la calle de ese arcano, hablar de otras personas, o de sí mismas, diciendo: «Fulanito está en el otro lado», o «igual el fin de semana me voy al otro lado». Descartada la opción de que el «otro lado» significara la muerte, porque al de unos días veías a fulanito por la calle, o porque hay que tener mucha sangre fría para programar la defección propia para el fin de semana y luego salir a contarlo, el misterio se iba acotando. Debían estar hablando de algún lugar que no se podía definir, y posiblemente no se trataba del país de las maravillas o del de nunca jamás.

Con el tiempo se va comprendiendo, y te das cuenta de que «ir al otro lado» significaba para los habitantes del norte de la península, pasar a Francia; es decir, el otro lado es Francia, y si los chistes se burlan de los franceses por llamar fromage al queso, que se nota tanto que es queso, anda que no tiene chiste llamar «el otro lado» a Francia, que se nota tanto que es Francia. Si, ya sé, algunos más puntillosos me apuntarán que se referían no a Francia como comunidad global, sin sólo a Iparralde, el País Vasco francés, pero es igual. También Iparralde se nota mucho que es Iparralde.

Ya hace mucho desde que pasé por primera vez al otro lado, y lo digo, porque si ibas en el Topo, que es el tren que va desde San Sebastián a Hendaia, un ferrocarril de cercanías que pasa de un país a otro, te hacían bajar en la estación de Irun, creo recordar, atravesar el control de pasaportes y volver a entrar al tren para llegar a la estación en la que Franco recibió a Hitler. Todavía llega el Topo allí, pero ya no piden el pasaporte. Aquellas primeras veces ya me fijé en los autocares de línea que pululaban por territorio francés, y que pertenecían a la compañía Le Basque Bondissant, que viene a significar el vasco saltarín. Me he acordado de la compañía de autobuses de Iparralde al ver a Mikel Landa, que anda corriendo en bicicleta por el otro lado, cuando después de formarse el abanico que dividió el pelotón en tres grupos trataba, a la desesperada, de enlazar con el batallón de los listos en el que no se había podido meter y del que acabó alejado en casi minuto y medio al acabar la etapa.

Y al presenciar esa escena, he tenido claro que Mikel Landa tendrá que convertirse, muy a su pesar, una vez más en le basque bondissant, saltando etapa tras etapa, en cuanto aparezca una cuesta, para tratar de enjugar las diferencias que, como quien lava, le endosaron el resto de los favoritos, salvo Carapaz, distanciado por un pinchazo, y Pogacar, que tuvo también la ocurrencia de circular por la cola del pelotón cuando más peligro había de que se formaran los abanicos. ¿Que a Landa se le cayeron dos compañeros unos kilómetros antes? Pues sí, pero se supone que un ciclista de su entidad tiene los suficientes recursos como para buscarse la vida yéndose a la cabeza del pelotón y chupando rueda de quien haga falta, que otros lo hacen y les sale bien.

El vasco saltarín cometió un error muy grave, que habrá que achacárselo personalmente, salvo error u omisión. Ya son incontables las veces en las que por un fallo propio o ajeno, se le escapan las opciones, y así no hay manera de ganar una gran carrera, o de, al menos, tener opciones a ganarla. Por una caída, por una moto que se traga, por circunstancias internas o externas, pero siempre hay un pero que poner. Landa ha llegado a los 30 años siendo potencialmente un ganador, pero sin ganar. Durante varias temporadas me recordó a Fernando Alonso, con el que me montaría en el coche que conduce pero al que no pediría consejo para cambiar de vehículo, porque siempre elegía mal desde que abandonó a ese santo varón llamado Briatore. Landa tampoco supo escoger bien el equipo. Ahora, en el Barhein, parece que tampoco. ¿No había nadie al otro lado del pinganillo para avisarle de que al salir de Castres llegaba el viento lateral?, ¿no se percató de que el Ineos, el Jumbo y otros equipos con posibles se habían colocado en formación de batalla?

Habrá que ver, pero después de una primera semana en la que el miedo y la precaución atenazó las piernas de todos los ciclistas, y teniendo que trabajar a la contra, ahora por narices, le basque bondissant tiene el sábado la oportunidad de reivindicarse. Será difícil hacer abanicos en Menté, Balés o el Peyresourde, pero sí que se puede montar la marimorena. Justo ahí, en los Pirineos. El otro lado, como quien dice.

Continue leyendo
Pinche para comentar

Deja tu respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *