TOUR 2021
Resucita un muerto
TOUR DE FRANCIA / CUARTA ETAPA
REDON / FOUGÉRES (150,4 Kms.)
GANADOR: MARK CAVENDISH LÍDER: MATHIEU VAN DER POEL
En Fougéres resucitó un muerto que se llama Mark Cavendish, que es el segundo ciclista después del incomparable Eddy Merckx con más victorias en el Tour, 31 por 34 del Caníbal. Hombre: muerto no estaba, pero sí que parecía haber pedido la jubilación anticipada. Después de 2016, cuando ganó cuatro etapas y luego fue subcampeón del Mundo, no había ganado nada, salvo una etapa del Tour de Abu Dabhi en 2017 y otra más, al año siguiente, en el Tour de Dubai. Como los futbolistas que eligen un retiro dorado y se van a jugar a los Emiratos Árabes. Sin embargo regresó del Oriente Medio a occidente y este año ya había ganado cuatro etapas del Tour de Turquía, todavía en el límite entre Europa y Asia, más cerca de su hábitat natural, y otra en la Vuelta a Bélgica, ya en la frontera con Francia.
Y lloraba Cavendish como un niño en la meta, como si fuera un recién llegado al ciclismo y a las grandes carreras por etapas y eso que sumaba su cuadragésimo octavo triunfo entre Tour, Giro y Vuelta. Se abrazaba a sus compañeros del Deceuninck al que llegó a principio de temporada y que, por lo que se ha visto, creyó entre comillas, en un ciclista de 36 años, que después de 149 triunfos entre 2005 y 2016, había sumado sólo dos en cuatro años, un evidente declive, o eso parecía, porque llegar al Tour y ganar el primer sprint –aunque el día anterior también lo hubo, pero disminuido por una caída–, es cosa seria.
La apuesta podía sonar a frívola, en un equipo con gente como Alaphilippe o Remco Evenepoel, el fenómeno de 21 años, pero no lo era. Igual ni siquiera era una apuesta, porque Cavendish no cobra por correr en su equipo, sino que paga. A principio de temporada consiguió que Lefevre le fichara pero a costa de buscar sus propios patrocinadores. Los consiguió y fichó, aunque su rol era el de un neoprofesional. «Tendrá que llevar bidones, y definitivamente, no irá al Tour», dijeron en el equipo, pero no era tan definitivo.
Ganó Cav en una meta en la que él había sido el último ganador en 2015, y en un final que descubre la parte despiadada del ciclismo, la que combina el cálculo frío de los equipos interesados en las llegadas masivas y la desesperación de ciclistas como Van Moer que durante muchos kilómetros, sólo o en compañía de otro (Perrichon), alimentó la esperanza de ganar la etapa. Sobre todo cuando iba ya sin compañía en los kilómetros finales y el pelotón no conseguía recortar la diferencia con la celeridad suficiente, hasta que Alaphilippe, compañero de Cavendish, tomó el mando de las operaciones. A Van Moer le pillaron a 200 metros, en el colmo de la crueldad. Como compensación, hoy saldrá con el dorsal rojo con números blancos que premia al más combativo de la jornada anterior.
«El mero hecho de estar aquí es muy especial para mí. Pensaba que nunca volvería a esta carrera. No te rindas jamás. Ése es el mensaje que quiero transmitir a todas las personas que estén pasando por una situación difícil. Siempre puedes volver a tu mejor versión. No te rindas jamás”, decía Cavendish tras su victoria.
La etapa había comenzado con debate, primero con las palabras del director del Groupama, Marc Madiot, bocazas habitual, que despotricó contra todo y contra todos, a raíz de las numerosas caídas de los últimos días, que parece que al director francés le cogen de sorpresa. «Esto va más allá de mis corredores. Soy padre, hay muchas familias, muchos niños y madres que ven el Tour de Francia por televisión. Yo esta noche no quiero que mi hijo sea un ciclista profesional», dijo con tono dramático. «Mi esposa no quiere que mi hijo sea un ciclista profesional y muchas familias no quieren que su hijo ande en bicicleta para ver lo que vimos hoy. Llevamos años hablando de eso, tenemos que encontrar soluciones. No podemos seguir así. Esto ya no es ciclismo. Seamos capaces de decir que las cosas no van bien. Necesitemos hacer muchas cosas y tenemos que hacerlo, porque si no lo hacemos algún día tendremos muertes».
Madiot es director de un equipo, con poder sobre un grupo de ciclistas a los que, seguro, les exige resultados para renovarles sus contratos. Y son esos corredores los que, al margen de las caídas que se producen por otras circunstancias, circulan a toda velocidad en el pelotón. Y el comportamiento de casi todos los equipos es similar: Todos quieren circular agrupados, rodeando a su líder, intentando que nadie de otro equipo se inmiscuya en su organización. Todos quieren, en los momentos importantes de la carrera, ocupar las primeras posiciones del pelotón, y meten manillar cuando alguno se cuela, o le empujan directamente con el cuerpo o con la mano si hace falta. Y todos no caben, porque por muy ancha que sea la carretera, es imposible que todos los trenes que buscan su carril, puedan encontrar su hueco.
Así que será cuestión de lo equipos organizarse y decidir qué pueden hacer para evitar esos riesgos que denuncia quien fuera ciclista profesional y ahora es presidente de la Liga Nacional de Ciclismo en Francia, y que tuvo eco en los corredores, que disputaron muchos kilómetros a baja velocidad y protagonizaron un plante de un minuto cuando se tomó la salida. El ciclismo es un deporte de riesgo y todos los protagonistas lo saben. Tal vez les toca a ellos tomar las oportunas medidas, aunque las soluciones no son fáciles y las caídas no vayan a desaparecer nunca.