TOUR 2021
Un tal Armstrong
TOUR DE FRANCIA / DECIMOSEGUNDA ETAPA
SAINT-PAUL-TROIS-CHÂTEAUX / NÎMES (159,4 Kms.)
GANADOR: NILS POLITT LÍDER: TADEJ POGACAR
Siempre que el Tour se acerca a Saint-Paul-Trois-Châteaux, como en la salida de hoy, me viene a la cabeza la leyenda de un ciclista que nunca existió, al que todos vimos, pero que en realidad no estaba. Incluso alguna vez le hice preguntas en conferencias de prensa, que, seguramente, no se las hice, porque él no estaba allí. Era fruto de la imaginación colectiva. Se llamaba Lance Armstrong. Repaso mis crónicas de comienzos de los años 2000 y leo su nombre, que aparece en el noventa por ciento de los textos que escribí en aquella época como reportero en el Tour, en la que, por lo visto, estaba alienado, como el resto de los periodistas que íbamos cada año a Francia.
Cómo de sugestionado debía estar, que hace unos años realicé una consulta en el archivo electrónico del que era entonces mi periódico, y comprobé que había escrito el nombre «Lance Armstrong» más de 3.000 veces en los textos que publiqué. Visto con perspectiva, no me extraña ahora que aprovecharan un ERE para ponerme de patitas en la calle con cierta discreción escondido entre otras 150 personas más, porque al diario en el que escribí 26 años, tampoco le interesaría difundir que había tenido un farsante en sus filas, que se inventaba lo que escribía.
Porque repaso la historia del Tour y Lance Armstrong no aparece por ningún sitio. Es el ciclista que nunca existió. Nunca se alojó en Saint-Paul-Trois-Châteaux, en el hotel L’Esplan, que según las fábulas de la época, era su alojamiento favorito y en el que durmió aparentemente, siempre que la carrera se acercaba a la Provenza, o ascendía el Mont Ventoux. Hubiera jurado que estuve una vez en ese hotel blindado, no durante el Tour, sino en el Dauphiné Libéré, cuando acudí a hacer un reportaje sobre el equipo Discovery. Es cierto que a él no le vi, y que aunque no pude entrar en el hotel, porque la seguridad no lo permitía, y miraban mal a los extraños, sí que estuve hablando un rato con Johan Bruyneel, con el que había concertado una entrevista, y también sé que mentras esperaba a que el director belga, que sí figura en la historia del Tour, llegara al lugar en el que habíamos quedado, salió del hotel la cantante Sheryl Crow, que la leyenda asocia como pareja del ciclista fantasma, vestida de deporte, y se puso a correr por las calles del pueblo. Tal vez la energía suplementaria de la que gozaba ese personaje de cómic parecido a Superman, llegaba de la Central Nuclear de Tricastin, justo al otro lado del Ródano.
Fíjense que la sugestión colectiva es tal, que si entran en Foursquare, que es una página con críticas y comentarios de hoteles y restaurantes, y buscan L’Esplan en Saint-Paul-Trois-Châteaux, uno de los comentarios sobre el hotel dice: «El 11 de julio de 2000, Armstrong, Hamilton y Livingston recibieron transfusiones de sangre aquí justo después de la etapa 11, en preparación para la etapa 12 (Mont Ventoux). Esta fue la primera vez que Lance se dopó con sangre en el Tour». ¿Será verdad lo que dice ese usuario?
Pero en la historia oficial del Tour no hay rastro de ningún ciclista que se llame Lance Armstrong, hijo de Linda, amigo, entre otros, del presidente Bush, o del actor Robin Williams, Coincidí una vez con éste último en el TGV camino de París, para la última etapa de unos de esos siete Tours que son un agujero negro en una historia centenaria. ¿O no coincidí y mi recuerdo es como los de la primera infancia, algo inducido?
El peso del ciclismo español en las últimas ediciones del Tour sigue declinando. Entre 1998 y 2009, España consiguió diez triunfos en la mejor carrera del mundo. Delgado, Indurain (5), Contador, (2), Sastre y Pereiro fueron los protagonistas. Sumó además siete podios, y otros dos en 2010 y 2013; desde entonces ningún lugar de honor, y hasta las victorias de etapa parecen fuera del alcance de los ciclistas españoles. En Nimes, Erviti fue segundo. Sólo Izagirre consiguió hacerlo también.
Me he permitido, en una etapa como la que discurre entre Saint-Paul-Trois-Châteaux y Nimes, un desahogo para contar en pocas líneas una historia que no se recuerda, aunque se haya rodado una película sobre el asunto. Mirándolo bien, cuando el Tour recala en Lourdes y alguien tiene el humor de darse un paseo por sus calles –a mí no me pillarán más–, se encontrará siempre en la cartelera de los cines la proyección de «La canción de Bernardette», y hay mucha gente que cuestiona las apariciones de la Virgen, y no por ello dejan de verla los peregrinos.
Era un buen momento para escribir del ciclista que nunca existió, en una jornada que tenía escrito su desenlace desde que se conoció el recorrido. Hubo algún abanico en un principio; se formó la escapada después; de ella saltaron los cuatro que parecían más fuertes, y en los kilómetros finales, el alemán Nils Politt, que entre esos cuatro también era el más fuerte –y el más alto–, aprovechó para coger ventaja y ganar cerca de la arena de Nimes. El pelotón estaba echando la siesta y llegó después de merendar, a casi 16 minutos de diferencia. Díganme, en días así, si no es mejor recordar algo como lo de Armstrong, aunque sólo sea una fábula.
Por cierto: la persona que se encargó de poner mi nombre en la lista de despidos de aquel ERE del que hablaba al principio, recibió hace una semana su correspondiente patada en el trasero. Ya no despide más.