GIRO 2022
Dumoulin es un buen tipo
Trabaja para la victoria de su compañero de equipo Bouwman en la séptima etapa del Giro

JON RIVAS
Tom Domoulin es un buen tipo. Y no le conozco de nada. He coincidido en alguna carrera con él, le he visto pasar por delante, y de esos mínimos detalles no se puede deducir nada, pero sí de otros. Como el que tuvo en 2017, durante el Giro del Centenario que acabó ganando. Iba ya de líder y en el descenso del Miragolo San Salvatore se cayó Nairo Quintana, su principal rival. Dumoulin manda parar, el líder frenó al pelotón y el colombiano pudo enlazar. En la meta de Bergamo, Nairo se lo pagó esprintando y robándole seis segundos de la bonificación a Dumoulin. Esos gestos de deportividad en honor del caído no son cosas de la tradición del ciclismo, ni de los tiempos remotos de las bicicletas de hierro y carreteras de gravilla. Por aquel entonces, si se podía machacar al rival se le machacaba. Era una cuestión de supervivencia. Tal vez el primer detalle de algo similar fue el famoso intercambio del bidón entre Coppi y Bartali en las rampas del Galibier. Nunca se desveló el misterio de quién se lo dio a quién. De todas formas, era diferente. Luego hubo otros muchos gestos, pero el de Dumoulin fue significativo.
Uno días más tarde, una diarrea le pudo costar el Giro, aunque conservó el jersey rosa después de un esfuerzo supremo en el Umbrailpass, subida y bajada. Sucedió en pleno campo, cuando la carretera ya anunciaba que el camino se empezaba a endurecer, a 500 metros del giro a la izquierda para la ascensión definitiva. Después del Mortirolo y de la primera ascensión al coloso dolomítico, en la segunda subida se decidía todo. Iban los favoritos agrupados cuando de súbito, el líder se paró en la cuneta, dejó la bicicleta con prisas, se despojó del casco, se adentró en un terreno de hierba alta, se quitó la maglia, –léase malla–, bajó los tirantes del culotte dejando al aire un pecho blanco de ciclista y se agachó… Ahí el realizador cambió de plano para preservar la intimidad del líder, pero todo el mundo supo lo que sucedía.
Fue un apretón que cambió el panorama del Giro. Dumoulin aguantó bien el Mortirolo y el Stelvio pero se quedó sin equipo con el esfuerzo de las dos ascensiones, y viajaba junto con los principales de la carrera. Sabía que tendría que responder a los ataques, pero lo que nadie se imaginaba es que una descomposición intestinal iba a trastocar el panorama de la carrera. Se piensa en un ataque brutal, en un desfallecimiento, o en un apagón súbito o gradual, pero no en la necesidad de ir al baño en plena pelea. «Necesitaba, con perdón, cagar. Iba realmente mal en el descenso del Stelvio y al subir el Umbrailpass tuve que parar. Me sentí sólo y decidí pelear, pelear, pelear». Nadie le esperó, pero no lo tuvo en cuenta. Afortunadamente, pudo ganar el Giro.
Después llegaron tiempos peores. En su equipo, el Jumbo, empezó a destacar Primoz Roglic y Dumoulin pasó a un segundo plano; además comenzaron a pesarle muchas cosas, entre ellas, la responsabilidad de intentar hacerlo bien, y no por él, sino por los demás, que parecían exigírselo. Hace unos meses decidió parar, aparcar la bicicleta en la cuneta y dedicarse a su familia, a pasear y llevar una vida tranquila. Nunca dijo que abandonaba el ciclismo, pero tal vez tenía que equilibrar sus prioridades y limpiar la cabeza de malos pensamientos.
Esta temporada otra vez se sintió con fuerzas y regresó a la competición. Tal vez no con la mismas chispa que antaño pero con ganas de seguir con su profesión. Camino de Potenza, en un Giro en el que ya ha perdido bastante tiempo, se metió en una escapada potente, junto a su compañero Bouwman, un gregario poco acostumbrado a las victorias. También iban Formolo y Mollema, dos huesos duros de roer. Dumoulin, una estrella, le hizo el trabajo a su gregario. A falta de cinco kilómetros, en un repecho exigente, se quedó descolgado, pero en el descenso y el llano sacó fuerzas de no se sabe dónde para enlazar y marcarle el camino a Bouwman, además poniéndoselo difícil a los otros dos. En el último kilómetro hizo Tom un supremo esfuerzo para colocar a su compañero, supongo que también amigo, y luego se quedó descolgado para ver desde lejos su victoria, levantando los brazos como si hubiera ganado él mismo.
Le leo a mi colega y amigo César Ortuzar, que escribe la crónica de la etapa en Deia, y que repaso antes de rematar la mía, y le doy la razón en casi todo. Sobre todo en una frase referida a Dumoulin que resume la etapa y también su trayectoria deportiva: «Probablemente jamás recupere el sello que le situó entre las grandes estrellas del ciclismo, pero posee la humildad, el decoro y la decencia intactas». Qué importante es la decencia. El neerlandés Dumoulin es un buen tipo.
Postdata: Juanpe López sigue líder; la fachada del Ayuntamiento de Lebrija se ilumina de rosa una noche más.
