TOUR 2022
Pogacar el acaparador
TOUR DE FRANCIA / OCTAVA ETAPA

DOLE / LAUSANA (186,5 KMS.)
GANADOR: WOUT VAN AERT LIDER: TADEJ POGACAR
Quedan tres kilómetros para llegar al estadio olímpico de Lausana. la ciudad a orillas del Lago Leman tan relacionada con el olimpismo. Allí está la sede del Comité Internacional Olímpico. Estuve una vez, hace algunos años. Me citaron a declarar en la sede del CIO, un edificio de cristal por fuera, de mármol blanco en todo el interior. Era el caso Valverde. Sólo tenía que ratificar que era el autor de un reportaje publicado en mi anterior periódico. Se gastaron un dineral en el vuelo de Bilbao a Ginebra, la noche de hotel, el tren de Ginebra a Lausana y el regreso vía Frankfurt.
Me citaron a las nueve de la mañana, me pasé el día allí; montaron un bufé para la comida, hablé un rato con el representante de Valverde, me aburrí bastante y a eso de las cinco de la tarde me llamaron a declarar. «¿Es usted el autor de ese reportaje?», me preguntaron. Contesté que sí, claro. «La defensa quiere hacer alguna pregunta?». Ninguna. «Muchas gracias y perdone por hacerle por venir desde tan lejos para declarar», apuntó el instructor del caso. Un minuto, y calculo que mil euros de gasto entre viaje y estancia, porque el billete de regreso, que lo compré yo en el aeropuerto y después me lo reembolsaron, me costó 600.
Quedan tres kilómetros, allí, en el lugar de los hechos, y Fred Wright empieza a temblar cuando percibe que el insaciable pelotón serpentea unos metros más abajo, en la cuesta que sube hacia la meta, y se siente, tal vez, como el pez chico al que se va a comer el grande. Tiembla, pero no entra en pánico, porque desde mucho antes sabe que ese es su destino, al que, sin embargo, trata de resistirse. En pánico entran los rivales de Tadej Pogacar, cuando ven que el ritmo que impone Rafal Majka es el de los ataques inmisericordes de su jefe de filas, el acaparador sin límites, que ve en aquella cuesta su oportunidad para enlazar la tercera victoria consecutiva. Observan el pedaleo suelto del líder, su sonrisa, que es beatífica para el común de los mortales, pero terrorífica para sus compañeros de profesión.
Ni las migajas quiere dejar Pogacar a aquellos que comparten pelotón con él durante muchos kilómetros, un buen chico y tal, eso tan cursi de amigo de sus amigos, cosas que se dicen de un bien tipo, que lo es, pero que no reconoce ni a su padre cuando llega la hora de la verdad. Es un Merckx, es un Hinault. Todavía no lo ha intentado, pero si se lo propone, es capaz de ganar una etapa llana aún sin necesitarlo, como hizo el francés en la primera llegada del Tour a los Campos Elíseos, cuando ya tenía el jersey amarillo en el bolsillo. Se escapó en un puerto de tercera, sólo pudo seguirle Zoetemelk, y dio las seis vueltas al circuito con minuto y medio de ventaja sobre el pelotón, que no pudo alcanzarlo. Hinault consiguió, además del amarillo, el maillot verde de la regularidad, el doble triunfo por equipos -El Renault se clasificó en primer lugar en la general final por equipos y por puntos por equipos-, venció en siete etapas, se clasificó en segundo lugar en el premio de la montaña y fue líder durante diecisiete días, de los veintiséis que duró el Tour.
Por ese camino va Pogacar, y además sin tener el carácter arisco de Hinault, o ser un corredor intratable como Merckx. Es un chico amable, y tal vez por eso asusta todavía más, aunque alguno todavía se atreve, como Wout Van Aert, el otro protagonista del Tour, que se enfrentó al líder, tal vez porque también lo ha sido, y le ganó en un terreno que le es propicio. A él y a Michael Matthews, que fue segundo, mientras los demás favoritos, que entraron juntos, miraban la pelea de gallos en la que Pogacar rebañó cuatro segundos de bonificación, aunque, como en el caso de Hinault cuando ganó en los Campos Elíseos, seguramente no le harán ninguna falta.
