TOUR 2022
Dos cabalgan juntos
TOUR DE FRANCIA / DECIMOCUARTA ETAPA
SAINT ÉTIENNE / MENDE (192,5 KMS.)
GANADOR: MICHAEL MATTHEWS LIDER: JONAS VINGEGAARD
La pista del aeródromo de Mende forma ya parte del imaginario colectivo del Tour de Francia. No es más que la llegada de un puerto de montaña de segunda categoría, a 1.055 metros de altitud sobre el nivel del mar, pero en el que sólo se ascienden tres kilómetros, para acceder a la meseta en la que está enclavado el pequeño aeropuerto. Según la Wikipedia, tiene, en la temporada de verano, un helicóptero de seguridad civil, que permite recoger a las personas que se caen en las gargantas del Tarn, a las parturientas que se sienten mal o a las víctimas de un ictus en una región tradicionalmente mal comunicada. Para llegar a Mende hay un infierno de carreteras, que se ven en la etapa del día. Pestosas según la jerga ciclista.
Pero hay una mística especial en los 3.000 metros de ascensión pintados de amarillo por decisión de algún iluminado, sólo o en compañía de otros. Desde que el equipo de la ONCE, por orden de Manolo Saiz, puso patas arriba la etapa que inauguraba las llegadas allí, para tratar de desbancar a Miguel Indurain, un 14 de julio, fiesta nacional de Francia, Mende tiene un color especial, más allá del amarillo. Aquel día, la ONCE no logró su propósito, pero ganó su líder, Laurent Jalabert, que convirtió su nombre en un mito y ahora la ascensión se llama como él. Fue un canto al ciclismo de ataque que José Miguel Echavarri desactivó a la antigua, negociando de coche en coche, cuando no se utilizaban todavía con profusión los teléfonos móviles, con un director aquí, con un ciclista acullá. Esas negociaciones para recabar ayudas no suelen ser fáciles, pero en el caso de Indurain lo eran un poco más, porque durante los años anteriores había hecho favores por aquí y por allá y muchos de sus contendientes, a los que ni les iba ni les venía la guerra entre Banesto y la ONCE, habían podido celebrar victorias gracias a la generosidad del navarro. Un carácter más egoísta de Indurain habría dificultado el entendimiento, pero el pelotón le tenía mucha estima.
Son historias del pasado que, gracias a los ciclistas jóvenes, se empiezan a desempolvar en el Tour de 2022, quién lo iba a decir. Después del espectáculo del Galibier, han estallado los límites y todo parece más imprevisible que en los años anteriores. Todo, salvo el duelo entre el líder Jonas Vingegaard y el aspirante, Tadej Pogacar, que me recuerdan a la película de John Ford, Dos cabalgan juntos. Son James Stewart y Richard Widmark, los caballos –convertidos en bicicletas–, al galope, en paralelo, con el horizonte frente a ellos, que en este caso es París. Son rivales, pero circulan siempre uno al lado del otro, o por detrás, a pocos metros, como en Mende, cuando atacó otra vez Pogacar y Vingegaard se soldó a su rueda. Son tan fuertes que nadie más les puede seguir. Así llegaron a la meta en una etapa que empezó con un ataque del esloveno, una locura, que el danés desactivó enseguida.
Por delante lo habían hecho un puñado de ciclistas, con Michael Matthews dando una lección de veteranía. Iba en cabeza, después de distanciar a quienes le acompañaban hasta el comienzo de la ascensión. Llegó por detrás Alberto Bettiol, que después de tomarse un pequeño respiro al alcanzar su rueda, aceleró y pareció dejar atrás al corredor australiano, especialista en llegadas masivas, que llevaba cinco años sin ganar en el Tour. Pero Matthews mantuvo la distancia, siguió a diez metros, y a falta de 300 metros hizo su último esfuerzo. Superó al italiano y se fue en solitario hacia la pista del aeródromo. “Es más o menos la historia de mi carrera, hecha de montañas rusas. ¿Cuántas veces me he encontrado en el suelo y he tenido que levantarme?»