TOUR 2022
Rivales para siempre
TOUR DE FRANCIA / DECIMOCTAVA ETAPA

LOURDES / HAUTACAM (143,5 KMS.)
GANADOR: JONAS VINGEGAARD LIDER: JONAS VINGEGAARD
La víspera de la etapa de Hautacam en el Tour de 2000, la jornada acabó en Dax, así que tuve la magnífica ocurrencia de hacerme los 200 kilómetros que hay hasta Bilbao, para abrazar a mi mujer, dar un beso a los niños –el más pequeño tenía cuatro meses– y dejar la mitad de la maleta en casa. Viajé en el Toyota Avensis que me había llevado un chófer del periódico de Madrid a Bilbao antes de comenzar la carrera, porque me avisaron con tres días de antelación de que tenía que ir al Tour que comenzaba en Futuroscope, y me planté en casa. A la mañana siguiente tenía pensado salir pronto hacia Hautacam y llegar bastante antes de que se presentara allí la carrera.
Pero no tenía previsto que lloviera tanto aquel día, ni que las carreteras se colapsaran en Bilbao por un camión que volcó en el túnel de Malmasin. La ciudad era una ratonera de la que era muy complicado salir. Tuve que hacerlo por carreteras secundarias hasta pasar Galdakao, a través del alto de El Vivero, y el tiempo se me iba echando encima. Los dos tiempos, el cronológico y el climático. Intenté volar para hacer los 300 kilómetros hasta Argelès-Gazost antes de que cerraran definitivamente la carretera de acceso a Hautacam. Lo conseguí por una hora. Subí al monte, mientras seguía a través de la radio lo que sucedía en la carrera. Pero cuando llegué a la cima, dio igual todo lo que había hecho. Los periodistas que llevaban allí horas, habían adelantado el trabajo lo mismo que yo, es decir, nada. Sólo Gianni Mura, el reportero de La Repubblica, que aporreaba su máquina de escribir, estaba trabajando. Se había ido la luz por culpa de la tormenta, y llevaban dos horas parados, porque no había ni imágenes de la carrera, ni nada.
Así que mis apuros por llegar a tiempo fueron vanos, me preocupé por nada. Luego volvió la luz, se echó encima la niebla y ganó el pobre Javier Otxoa, qué desgracia familiar se les vino encima poco después.
También acabaron preocupándose por nada los aficionados daneses que seguían la etapa del día por televisión, cuando vieron que su hombre, Jonas Vingegaard, perdía el apoyo del pedal cuando le saltó un piñón, y tuvo que hacer equilibrios en el aire para no caerse, mientras Pogacar apuraba al límite en el descenso del Col de Spandelles, donde había intentado media docena de ataques a los que el líder respondió con una solvencia apabullante. Poco después fue Pogacar quien perdió pie y se fue a la cuneta después de una curva en la que se pasó de frenada. Entonces llegó el gesto del Tour, el que engrandece a los campeones. Vingegaard, en lugar de aprovechar para marcharse, esperó a su más enconado perseguidor. Se dieron la mano. Son rivales para siempre, porque les quedan muchos años por delante para competir entre ellos, pero con los límites que marca una extrema deportividad.
Luego, en Hautacam, Vingegaard demostró que es el más fuerte, y que tiene un equipo insuperable, personificado en Wout Van Aert, un ciclista que lo tiene todo para ser un gran campeón; disputa las llegadas, es un especialista en clásicas, borda las contrarrelojes, es un campeón del ciclocross. Lleva metiéndose en fugas desde el primer día del Tour, y camino de Hautacam lanzó su primer ataque en cuanto Prudhomme dio el banderazo de salida, en el kilómetro cero. Fue escapado junto a Pinot y Dani Martínez hasta los primeros kilómetros de la ascensión final. Luego cogió el relevo de Sepp Kuss, inconmensurable también, puso un ritmo imposible y ahogó a Pogacar, que pagó los esfuerzos de sus ataques sin descanso en Spandelles. Cuando abrió la brecha, por fin descansó. Dejó hacer a su jefe, que ganó la etapa y posiblemente el Tour. Como dicen los ciclistas, nada se da por hecho hasta atravesar la última línea de meta, pero otra cosa diferente que la victoria de Vingegaard parece una entelequia, en el mejor Tour del que tengo recuerdo.
