GIRO 2023
Confiamos en Remco
JON RIVAS
El Giro es una carrera tan deliciosa como caótica. Una buena discusión puede salvar a cualquiera de tener que aparcar su coche a kilómetros de la salida o de la meta. Se agitan los brazos como si fueras italiano, gritas más alto que el encargado de dirigir la maniobra y en no pocas ocasiones se consigue lo que se intentaba. Frente a la cerrazón total del Tour, donde cualquier orden es de obligado cumplimiento, el Giro todavía permite buscar atajos, encontrar recovecos en los que colarse. Frente a los cuadriculados franceses que organizan la mejor carrera del mundo, los divertidos italianos que se lo toman en serio, pero no tanto como para que la fiesta parezca demasiado rígida e impostada.
Son capaces en el Giro de montar el caos en la contrarreloj inicial, y poner en cuestión la decisión de los organizadores de cambiar la empresa de cronometraje; hasta el año pasado Tissot, y desde esta edición Tudor, dos compañías suizas, se supone que rigurosas. Sin embargo, la primera intervención de la nueva empresa no fue todo lo brillante que debiera. El cronometraje se convirtió en un pequeño desastre. Así, McNulty tuvo que subir al podio para recoger el jersey azul como primer líder de la montaña, por, supuestamente, haber conseguido el mejor tiempo en los tres kilómetros de ascensión.
Su registro, doce segundos mejor que el siguiente clasificado, parecía demasiado bueno para ser verdad, incluso para él, que decía estar bastante sorprendido por sus registros. «Sabía que tenía que mantener un buen ritmo y esforzarme en la subida, pero no esperaba ser el más rápido. Es gracioso», comentaba mientras se reía. Los relojes se volvieron locos con McNulty. Según los tiempos parciales, el segundo tramo lo había hecho mucho más rápido que Evenepoel, a una velocidad de 61,13 kilómetros por hora, una marca casi imposible. El año pasado, Filippo Ganna, en su récord de persecución individual en pista, superó levemente, y por breve tiempo, los 60 kilómetros por hora. Todo estaba mal. Quien debió llevar la maglia azzurra era Teo Geoghegan Hart.
Pero el Giro es una carrera fresca, revitalizante, capaz de despejar de un plumazo las nubes negras que se cernían sobre Michael Matthews, el ganador de la etapa, la tercera en su carrera en el Giro, que con 32 años había expresado, antes del comienzo, las dudas sobre su continuidad. «Creo que hace un par de semanas, estaba contemplando si quería seguir haciendo esto», decía. Pero cuando «esto» es ganar, las dudas se disipan, y ahora Matthews ya no quiere retirarse y tratará de disfrutar de la carrera, como Remco Evenepoel, el líder, que dice que es divertido correr de rosa, y que le gustaría ceder el privilegio, pero no a cualquiera, claro, sino a alguien que no le haga sombra cuando lleguen los momentos culminantes. No a Primoz Roglic, por ejemplo, que quiso rebañarle los tres segundos de bonificación en una meta volante a diez kilómetros de la meta, pero no pudo, pese a contar con la inestimable ayuda de su compañero Bowman. Remco no lo permitió y pasó primero, y sumó un segundo más, que no es nada, pero lo dice todo, frente a su rival. Si alguien tenía alguna duda, Evenepoel las está despejando con su concentración y su forma de correr. Como dice la pancarta que blande uno de sus seguidores, remedando al lema nacional de Estados Unidos, «In Remco we trust», confiamos en Remco.