GIRO 1999
Clavero, el ciclista invisible

JON RIVAS | Enviado especial
SASSUOLO (ITALIA).- «El que me quiere encontrar me encuentra», advierte Clavero. Parece invisible pero está ahí, sexto en la General. Con intenciones de mejorar el quinto lugar del año pasado. Los condicionantes son más favorables ahora. En el 98, un espectador imprudente lo derribó en la segunda etapa y otro corredor le cortó el muslo con el plato de su bicicleta. No podía ni andar. Cada día lo llevaban entre dos a montar en la máquina. Y fue el quinto de la carrera rosa.
En teoría, este año tendría que ser mejor. «Voy a intentar hacer podio» es la frase más altisonante que se le puede escuchar al corredor invisible del Vitalicio (Madrid, 1968). Pero su modestia no esconde el hecho de que se trata de un hombre seguro de sí mismo. Una cualidad imprescindible para volar alto. Ese «vamos a llegar pocos a Milán» que se le escapa, lo denota. El también se incluye entre los elegidos.
No arma ruido. «No se puede aparentar lo que no se es», dice. Es un ciclista sólido, según su director Javier Mínguez, pero la regularidad es su mejor arma. Apenas tiene victorias como profesional, dos, pero parece haber alcanzado con la treintena, su madurez y el mejor momento como ciclista. «Es posible que sea porque empecé tarde. Pasé a profesionales a los 23 años y he corrido pocas carreras grandes, tres Giros y cuatro Vueltas. Por eso no me he quemado».
Daniel Clavero comenzó en serio a los 16 años, como cadete. Se formó en el Martín Rivas de juveniles y luego emigró a Guipúzcoa. Fichó por el Orbea Caja Rural y pasó tres años conviviendo con gente como Mateo Hermans en el caserío que el equipo tenía en Astigarraga. Debutó como profesional en el Artiach. Después corrió en el Mx Onda y el Estepona, antes de recalar a las órdenes de Mínguez en el Vitalicio.
Es un corredor que se defiende muy bien en la montaña y que, pese a sus 60 kilos de peso -demasiado poco- ofrece buenas prestaciones en las cronos.
Mínguez dice que tiene la cabeza bien amueblada y que es mejor corredor de lo que él mismo cree, «aunque pienso que ya se está dando cuenta. Está cogiendo un sitio y veo que es capaz de mejorar».
En carreras de 20 días, Clavero el invisible, aguanta mejor que la mayoría. Poco a poco va escalando puestos. Cada vez más. Tal vez le falta arriesgar un poco: «¿Arriesgar? Todos arriesgamos. Pero cada uno tiene su límite. Si llego sexto es porque no puedo llegar primero. Los demás no son cojos. Claro que quiero ganar».
Su agujero negro se produjo en la Vuelta a España del año pasado. Un control de sangre, dos días antes del final, lo eliminó de la carrera. Era el mejor colocado de su equipo. Este año volverá, para intentar hacer podio, como en el Giro. «Que no es un objetivo fácil», apostilla.
Es el ciclista invisible. Está ahí pero nadie repara en él. Para cuando los demás se dan cuenta ya se ha colado. «Le falta explotar», dice su director. «Sigo peleando por hacerlo cada día mejor», contesta.
