GIRO 1999
Nadie le tose a Pantani
DECIMONOVENA 19 ETAPA Castelfranco-Alpe di Pampeago / 166 Kms.
JON RIVAS | Enviado especial
ALPE DI PAMPEAGO (ITALIA).- Cuando los calificativos se agotan es que enfrente se halla un campeón de verdad. Pantani está dejando los diccionarios sin elogios. Los sinónimos se desgastan de tanto usarlos y el teclado del ordenador rechina cuando se repiten, una y otra vez, las mismas loas. Hasta con Merckx, tal vez el mejor ciclista de todos los tiempos, lo comparan. Y lo hace Gimondi, el último italiano en ganar un Tour antes de Pantani: «Algunas de sus victorias me recuerdan las suyas». Marco le quita importancia al asunto. «No soy como él», y se limita a ganar.
Cada vez que la etapa finaliza en alto y Marco Pantani está en carrera sólo queda hacer apuestas sobre el lugar en el que lanzará su ataque. Desdichado de aquel que trate de poner en solfa su dominio de las cuestas, porque acabará, como poco, despatarrado en una cuneta. En el Alpe di Pampeago fue Roberto Heras el que cometió el desliz. ¿Para qué?, dirán los que sufrieron las consecuencias. Iban, más mal que bien, aguantando el tren del Mercatone, que es como el AVE, o como poco el Talgo Pendular, cuando el bejarano cambió el ritmo y se marchó hacia la cima. Quedaban apenas cuatro kilómetros y medio. Como quien dice, nada. Iban casi todos con el gancho, pero iban, al fin y al cabo. Y se le ocurre la idea a Heras.
Cuando atacan a Pantani en un alto es como si le mentaran a su familia. Le toca la fibra sensible. Se pone de los nervios. Atacó el español, y Zaina se tuvo que apartar para dejar paso a su jefe. Del grupo, del que ya se caían Jalabert y Virenque, y en el que Sevilla hacía la goma -eso de colgarse y descolgarse sucesivamente-, muy pocos pudieron ir hacia arriba. Sólo Simoni y Gotti.
Heras muy pronto quedó atrás, y Pantani se dedicó desde ese instante a destrozar relojes. Los segundos corrían desbocados y se hacían minutos. En cuatro kilómetros, sólo en cuatro, el campeón rompió esperanzas, desarmó estrategias, desbarató alianzas, desgarró almas penitentes que trataban de seguirle, aspiró todo el aire de la montaña dolomita (los demás boqueaban como si no quedara), y desató pasiones. Sobre todo eso. Miles de aficionados contemplaron otra vez una exhibición majestuosa del ya casi ganador del Giro. Y también vieron pasar a los damnificados: Gotti, que se dejó minuto y medio; Jalabert, a más de cuatro, pese a su habitual empeño; a Savoldelli, que se atrevió de nuevo a atacar bajando, pero penó luego; a Clavero, a Heras… A todos. Y hoy, Maddona di Campiglio. ¿Quién será segundo?
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