GIRO 1999
Gotti gana una carrera triste
VIGESIMO SEGUNDA ETAPA. Boario Terme-Milán / 170 Km.
JON RIVAS | Enviado especial
MILÁN. La última jornada suele servir de homenaje a los ganadores. Todos ellos se suelen reunir, durante la jornada, aunque sea a lomos de la bicicleta, para hacerse la foto de rigor. Todo son sonrisas, bromas y despedidas cordiales. Hasta la próxima carrera, que suele llegar a la vuelta de unos días.
Ayer, sin embargo, todo estaba preparado en Milán para el homenaje a Marco Pantani. El mejor de los últimos años, el más grande en el Giro. Pero como en las bodas en las que el novio o la novia dicen no en el último instante, el banquete se quedó en la mesa sin tocar. Las lamparillas de papel colgaban desangeladas. El Giro ofrecía una sensación de vacío que no pudo llenar el triunfo de Gotti.
Fue la despedida más triste de la carrera rosa que recuerdan los veteranos, aquellos que acumulan ediciones desde los mejores tiempos del padrone Torriani.
El último día suele ser una jornada de prisas. Quien más, quien menos, tiene ganas de acabar pronto. Para disfrutar de una buena cena el último día, para coger un avión al que siempre se llega con el tiempo justo, o para montarse en el coche y acumular kilómetros cuanto antes y llegar a casa en tiempo y forma.
Con prisas, sí, pero con alegría. La de los ganadores en el podio, la de los demás corredores que han conseguido acabar tras 22 días agotadores, y la de quienes se despiden de los compañeros hasta otra.
Pero ayer navegaba por la casa del Giro, una casa enorme y con ruedas, una sombra de tristeza. Más bien, amargura. La caída de Pantani es la caída del mito, del ejemplo, del hombre espectáculo. Con él se cae también gran parte de la credibilidad que aún emanaba este deporte a pesar de los escándalos que lo han salpicado el último año. Es una despedida triste, a pesar de Gotti, que no ha robado nada a nadie, y que ayer se alegró aún más al ver que su compañero Guidi ganaba la etapa de clausura. Lástima por él.