EL TOUR 2016
La sorpresita de Froome
OCTAVA ETAPA / PAU – BAGNÈRES DE LUCHON / 184 KMS.

JON RIVAS | Enviado especial
BAGNÈRES DE LUCHON.- La cámara GoPro instalada en una moto permitió grabar el viernes cómo el arco del último kilómetro se tragaba a Adam Yates y a la misma moto que llegaba por detrás. La visión desde una GoPro se está haciendo importante. Abre la mente, por ejemplo, a tratar de contar una etapa por escrito como si cada ciclista tuviera una minicámara de alta definición en su bicicleta.
De atrás hacia adelante; la cámara de Alberto Contador habría grabado su impotencia y cómo los acelerones del grupo principal le distanciaban de la cabeza. En el último kilómetro del Peyresourde, el meneo de Henao, el de Valverde, el de Nairo, hicieron que perdiera el hilo de la etapa, después de aguantar el ritmo del Sky en las ascensiones, o los acelerones intermitentes del Movistar. Cuando llegó arriba, la cámara grabó la soledad.
La de Valverde tenía visión privilegiada de la situación, porque estaba situada allá donde se cocía la etapa. Tal vez hubiera recogido la orden de Nairo Quintana a kilómetro y medio de la cima del Peyresourde: «¡Ataca!», y la obediencia del murciano a su jefe de filas, que tal vez no entendió demasiado bien pero acató. Su grabación tendría cierto componente crítico.
La cámara de Nairo podría haber captado una escena habitual cuando se llega a lo alto de un puerto. A un auxiliar del Movistar situado a la izquierda de la carretera, y el brazo de Quintana recogiendo relajado un bidón mientras, por la derecha, Froome se colocaba en cabeza. De repente, el británico desaparecía del plano a toda velocidad y la imagen se desestabilizaba mientras Nairo lanzaba el bidón contra el asfalto para intentar seguir su estela. Pero ya no había rebufo. Una sorpresita.
En fin, la cámara de Froome recogería las imágenes más aburridas. Durante horas, el trasero de varios ciclistas vestidos de negro pedaleando por delante, en el Tourmalet, en la Horquette de Anzizan, en Val Louron y en el Peyresourde; siempre la misma monotonía. Hasta esa última cima. En un instante, la cámara se encontraría el horizonte despejado, y empezaría a grabar una bajada fantástica, curvas y más curvas, y luego una recta con mucho público a los lados, y aplausos; el arco que no se cae y después, la meta.
Y al mezclar todas las grabaciones virtuales saldría la imagen real de la etapa y Chris Froome de amarillo sin usar efectos especiales. Nairo Quintana, el aspirante, con un palmo de narices. Y Valverde, sin saber lo que había pasado, y con cierto retintín en sus palabras. «Yo he atacado como se me ha dicho, y no sé lo que ha pasado luego, pero al coronar he visto que Froome se iba solo. El que tenía que estar allí era Nairo», porque, dice, él está para trabajar y no para vestirse de amarillo. «No he venido a eso».
Y en el motorhome del Sky ponen el vídeo y les entra la risa floja, porque Froome ha vuelto a ser el más fuerte, y el más listo. «Es la primera vez en mi carrera que ataco bajando», explica el nuevo líder. «Estaba en la cabeza hacerlo, pero la decisión se toma en el último instante». Y ese pedaleo imposible, sentado sobre la barra de su bicicleta, que le enseñó Michał Kwiatkowski, «porque jugamos a hacer cosas así en los entrenamientos», le llevo de nuevo al amarillo. El asunto lo resume Dave Brailsford, el patrón del Sky: «Hemos decidido cambiar la táctica y hacer algo inesperado», aunque «yo iba en el coche con el corazón en un puño viendo bajar a Froome». Pero así se gana el Tour.
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