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CRONICAS AÑEJAS

Otxoa entra en la historia

MIS ETAPAS FAVORITAS. 2000, 9ª etapa 10 de julio DAX/LOURDES-HAUTACAM. Ganador: Javier Otxoa

Javier Otxoa entra vencedor en la meta de Hautacam, en la novena etapa del Tour 2000 . TOUR DE FRANCE

Una etapa para la historia del Tour, y para la gloria de dos ciclistas: el vasco Javier Otxoa, vencedor ayer en la cumbre de Hautacam, y Lance Armstrong, que deja encarrilada la carrera desde la primera cita montañosa. Los dos fueron protagonistas de un épico final de etapa, con una persecución agónica, en la que el español consiguió culminar con éxito una escapada de 160 kilómetros.

 Como llegado de otro planeta, Armstrong el extraterrestre empezó a ganar el Tour en Hautacam. El día en que la gloria le corresponde a un ciclista vizcaíno, Javier Otxoa, el norteamericano dejó bien sentado que su triunfo del año pasado no fue producto de la casualidad ni de la ausencia de rivales. Pantani, Zülle y Ullrich claudicaron ante el demoledor ataque del boss.

Con el extraterrestre sólo pudo Otxoa, en una jornada en la que seis de los 10 primeros fueron españoles. Una etapa para la historia del Tour, que siempre recordará a un modesto corredor vizcaíno que se atrevió a tratar de tú a las cumbres míticas. Honor y gloria a Javier Otxoa, y a Lance Armstrong.

Muchos kilómetros para pensar en todo y para sufrir. Otxoa salió para hacer trabajar a los rivales de Escartín y se llevó un triunfo merecidísimo y agónico ante la ambición desmedida del jefe Armstrong, que le recortó minutos como quien lava, en la durísima ascensión a Hautacam. Pero los dioses del Tour fueron indulgentes con el ciclista vasco. Tanto trabajo, sufrimiento sin límites y dolor, merecían una pizca de fortuna. El Marie Blanque primero, después el Aubisque, casi sin descanso el Soulor y por fin Hautacam. «Los peores kilómetros fueron entre el cinco y el cuatro para el final». Cuando las reservas se agotan y las piernas duelen de verdad. El momento en que el ciclista no encuentra postura sobre el sillín. Le duele todo, cualquier gesto le agota.

Y además, la lluvia y el frío. Pero subió. Gracias a su amor propio, y a los aficionados de su tierra: «En los últimos kilómetros me han apoyado a muerte. Fue increíble». Miles de personas en las laderas de Hautacam. Mojados y helados, pero satisfechos por el triunfo de Otxoa. Angustiados hasta el último minuto por la suerte del ciclista del Kelme, a quien Armstrong, el jefe, le acosaba sin piedad. Una ventaja de 17 minutos ascendiendo el Marie Blanque se quedó en 42 segundos sobre la línea de llegada.

Los últimos kilómetros fueron un martirio porque la máquina no carburaba. El motor se le estaba gripando al amante de la velocidad y las motos de 500 centímetros cúbicos, que hace unos meses acudió a Jerez para ver en acción a Crivillé, a Checa y a Roberts. No andaba, pero llegó con honores de campeón. Subió al podio y se vistió con el jersey de lunares de rey de la montaña.

Ese que persiguieron ayer muchos ciclistas, tratando, entre otras cosas, de desbancar a Armstrong. Le veían nervioso sus rivales. Tal vez no fuera, pensaban, el Armstrong de 1999. Algunos lanzaron sus peones por delante.

 De ahí salió el triunfo de Otxoa, que atacó junto a Mattan, alcanzó al imprescindible Durand y luego esperó a Hoj y Sandstod. Más tarde se iría en solitario.

Los favoritos aguantaron en grupo hasta el Aubisque. En la ascensión se marcharon Virenque, Jiménez, Beloki y Escartín. Atrás esperaron un poco más, hasta que Pantani lanzó un hachazo que sólo siguieron Zülle y Armstrong. El italiano jugaba de farol. Desfalleció. También el suizo. El jefe, con su pedalear de molinillo les destrozó.

La suerte estaba echada. Armstrong alcanzó al grupo de Escartín, Virenque y Jiménez a 11 kilómetros para la cima de Hautacam. Llegó por detrás, descansó un minuto y luego se fue. Sólo Jiménez pudo seguirle. Chaba estuvo brillante frente a un rival de otro planeta. Fue tercero y se coloca noveno en la general.

Bill Clinton hace ya un hueco en su agenda y los organizadores del Tour preparan el Star spangled banner para que suene en París.

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