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TOUR 2020

El Tour de la esperanza

El director del Tour, Christian Prudhomme, da la salida de la etapa en Gap. © ALEX BROADWAY / ASO

GAP / PRIVAS (185 Kms.)
GANADOR: WOUT VAN AERT
LÍDER: ADAM YATES


Los hermanos Pelissier, que mandaban en el Tour allá por los años veinte del siglo pasado, para disgusto de Henri Desgrange, se criaron en el centro de París, donde su padre, que debía ser un tipo con bastantes malas pulgas, regentaba un negocio de venta de leche que se llamaba la vaquería de la Esperanza, qué bonita palabra.

El Tour de 2020 es el de la esperanza. Cuando se dictaron las estrictas normas para acabar con la pandemía, que todavía sigue, la esperanza era que el Tour se pudiera correr en sus fechas; al quedar claro que no podría ser, la esperanza pasó a que las nuevas fechas se pudieran cumplir, y eso sí sucedió. La esperanza tuvo un final feliz. Al comenzar la carrera, la esperanza se centraba en presenciar, desde el primer kilómetro, un gran espectáculo después de tantos meses sin ciclismo; que los grandes campeones, hambrientos de gloria, se lanzaran con el cuchillo entre los dientes a por el botín y el maillot amarillo en París.

Vana esperanza, al menos en la etapa inicial, donde los ciclistas se declararon en huelga y no compitieron porque la carretera estaba peligrosa. Será el segundo día, pensamos, pero tampoco es que la cosa fuera para echar cohetes. Los aficionados pusieron la esperanza, entonces, en la ascensión a Orcières-Merlette, que sonaba bien por Ocaña, y tal, pero no es que se viera demasiado espectáculo. Una etapa disputada al tran-tran, en la que el grupo de favoritos llegó sin novedades a la meta. En la etapa entre Gap y Privas, por las cercanías del Ródano, pusieron los seguidores del ciclismo la esperanza en el viento. Soplaría fuerte, dijeron, y nunca está de más un buen abanico, pero los primeros kilómetros no dieron lugar a la esperanza. Suele ser habitual en el Tour, y más durante etapas como la de hoy, que el comienzo sea muy movido, con intentos constantes de escapada, pero nadie la intentó.

La media de 32 kilómetros por hora en la primera hora, no se alejó mucho de la velocidad a la que suelen circular los ciclistas en la marcha neutralizada hasta que Prudhomme, a bordo del coche rotulado con el número 1, da el banderazo en el kilómetro cero. Como si no lo hubiera dado, vamos. Por mucho que agitara el banderín amarillo en el que aparece claramente la palabra «salida», en francés, claro está, el pelotón no se dio por aludido. Allí no se movió nadie. Por no moverse, ni las hojas de los árboles. Anunciaron viento y apenas sopló. La esperanza de cada kilómetro era el siguiente, la curva posterior, el ancho de la carretera, los abanicos.

Desanima bastante ver a los ciclistas ocupando todo el ancho de la calzada, haciendo como que hacen. Ni siquiera los abandonados de la fortuna, esos corredores que trabajan por el salario mínimo y representan a un equipo que necesita minutos de televisión, se atreven a plantear una fuga para salir en el reportaje de los telediarios o en la transmisión en directo y, muchas veces, en el podio recogiendo el premio a la combatividad. Pasaron los corredores por Montelimar, donde en 2006, Óscar Pereiro se metió en una de esas fugas que parecen no ir a ningún lugar, pero fue, porque cogió 30 minutos y se vistió de amarillo, y luego acabó ganando el Tour. Recuerdo el calor que hacía aquel día, pero da la sensación de que los ciclistas no repasan los libros de historia de la carrera. Pero es que no hay combatividad ni en los puertos de montaña, donde el líder del jersey a puntos pide permiso para puntuar y luego da las gracias, y no hay nadie, con el mínimo espíritu de tocar las narices, que le disputa la gloria de una tachuela de cuarta categoría.

Me niego a pensar que será así hasta París. Tengo la esperanza, bonita palabra, de que mañana mismo, en otra etapa de montaña, se empiece a liar. Después ya tendré esperanza en otra cosa, o en otra, ya veremos. Como Alaphilippe, que perdió el amarillo por recibir un bidón de agua en los últimos kilómetros, donde no debía. Salió por la tele, le aplicaron el VAR y le sancionaron con 20 segundos. Adam Yates es el nuevo líder.

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