TOUR 2021
Esperan los Pirineos
TOUR DE FRANCIA / DECIMOCUARTA ETAPA
CARCASONA / QUILLAN (183,7 Kms.)
GANADOR: BAUKE MOLLEMA LÍDER: TADEJ POGACAR
Ya hay otro candidato francés a las estrellas de L’Equipe, esas que el periódico deportivo, tan serio para unas cosas, tan frívolo y chauvinista para otras, otorga a los ciclistas en función de sus posibilidades de ganar el Tour. El año pasado, Primoz Roglic era el elegido por los redactores del diario organizador, lo que en principio no estaba mal, aunque le fallaran las fuerzas en la penúltima etapa, pero el segundo en las extrañas preferencias de los periodistas que siguen el Tour, y que ocupan siempre la primera mesa en las salas de prensa, con asientos reservados, era Thibaut Pinot, porque pensaban que estaba a la altura o por encima de Bernal, Pogacar y los demás.
Para la próxima edición ya pueden empezar a reservar estrellas para Guillaume Martin, por mucho que ni él mismo se lo crea. Ya lo decía al acabar la etapa y ver la clasificación en la que aparece en segundo lugar: «Me pasará factura en los Pirineos». Es lo que tiene ser universitario, e incluso haber acabado la carrera de Filosofía, que las personas son más realistas y saben hasta dónde pueden llegar, por mucho que L’ Equipe te ponga el maillot perdido de estrellas, y ocupes portadas y páginas impares, que son las que mejor se leen. Es lo que tiene la desesperación de ver como el país que organiza la mejor carrera del mundo, la más atractiva, la más seguida, la más rentable, no tiene un ganador francés desde que en 1985 subió al podio Bernard Hinault. Ha pasado tanto tiempo que El Tejón, que se retiró del ciclismo para integrarse en la organización de la carrera, también se ha jubilado de su trabajo en el Tour.
Han sido en Francia más de portadas que de ciclistas de fondo en los últimos años. Cualquier hazañita era jaleada por la prensa, y los ciclistas se acomodaban a recibir palmaditas y parabienes por victorias llamativas, por logros con lustre, jaleados también por directores populistas, de los de asomar la cabeza por la ventanilla del coche cuando su delfín apuraba el kilómetro final para ganar una etapa y asegurarse así un año más del patrocinador. Desde 2006, el himno del Reino Unido ha sonado seis veces en los Campos Elíseos; el de España cuatro, una vez el de Luxemburgo, Australia, Colombia y Eslovenia, ¡Eslovenia!, que probablemente volverá a sonar dentro de siete días, y el de Francia ni una sola vez, aunque, puntualicemos, también tocaron una vez el himno de Dinamarca para homenajear a Contador, en vez de poner el de España.
“Tenía confianza en mi capacidad de rodar, porque se me da bien marcarme mi propio ritmo. Estoy chapado a la antigua en ese aspecto: sigo corriendo por sensaciones, como siempre he hecho. Cuando vi que mi ventaja crecía hasta 1’30”, mi confianza creció incluso más. Y, cuando coroné el último puerto con un minuto de ventaja, ya sí que estuve seguro de que iba a lograr la victoria”.
Con esos argumentos, es normal que en cuanto aparece un ciclista francés más o menos decente, se empiecen a ilusionar los aficionados franceses al ciclismo. De todas formas, en España se está siguiendo el mismo camino. Los mejores ciclistas españoles o están ya casi de retirada, como Alejandro Valverde, que bastante ha hccho, o no acaban de arrancar, como Enric Mas. Dejo al margen a Juan Ayuso, la gran promesa, porque de momento no pasa de eso. Sin mencionar, claro, a los grandes profesionales como Castroviejo o Erviti, reyes del trabajo en equipo, que se ganan su sueldo con creces en sus respectivos grupos deportivos.
Mientras, se acercan los Pirineos, y lo hacen por Andorra. Después de la victoria de Bauke Mollema, escapado durante 30 kilómetros de la escapada buena del día, será el momento de responder a las incógnitas que quedan en la carrera, porque el ritmo ha sido agotador durante casi dos semanas, y puede pasar factura a más de uno. Será el momento de conocer si Pogacar dominará como lo hizo casi siempre desde que comenzó el Tour, o flaqueará como en el Ventoux; si habrá alguien capaz de plantarle cara o sólo se luchará por el segundo puesto respetando las jerarquías establecidas. Las rampas de los puertos de montaña son como los niños o los leggings: siempre dicen la verdad.