TOUR 2021
Se sigue riendo
TOUR DE FRANCIA / DECIMOSÉPTIMA ETAPA
MURET / COL DU PORTET (178,4 Kms.)
GANADOR: TADEJ POGACAR LÍDER: TADEJ POGACAR
Desde su insultante juventud, desde el incuestionable poderío que detenta, Tadej Pogacar se sigue riendo de todos, vestido de amarillo, ganando dónde y como quiere. Entendámonos: no se ríe a costa de la desgracia de nadie, ni con mala intención, sino de la alegría que le da sentirse superior a los demás en una competición tan exigente como el Tour, que no se gana así como así. Pero él lo está haciendo como quien lava, acumulando peluches y lo que te rondaré, morena; clavando los clavos de los ataúdes de sus rivales, que le entran a los señuelos que lanza, por muy burdos que parezcan a primera vista, pero cuando se está desesperado se agarra uno al clavo ardiendo que te ofrezcan. Parecía muy claro que su intención era ganar la etapa; hacer que su nombre aparezca grabado en el libro de oro de las llegadas en alto, pero Carapaz y Vingegaard, que eran los que le resistían, entraron a todos los trapos que les presentó.
Puede ser que a tanta altura en los Pirineos, con tanto cansancio acumulado en las piernas, con el cerebro embotado por el esfuerzo y la falta de glucosa, con los pinchazos del ácido láctico, pensar no sea una opción que pudieran contemplar los acompañantes del líder en su última aventura, lanzada a muchos kilómetros de la meta, así que actuaron por instinto, olfateando las señales que lanzaba Pogacar. Ahora aprieto, ahora aflojo, ahora pido un relevo, ahora remoloneo. Pero eran señales falsas, porque desde fuera, quienes vemos la carrera sentados cómodamente en el sofá, sin las pulsaciones casi al límite, sin problemas de deshidratación, sin dolor en las piernas, estábamos casi seguros de que todo era un señuelo para que los incautos cayeran en la
Pogacar permitió a Carapaz y a Vingegaard que soñaran con ganar la etapa, al fin y al cabo una menudencia; les hizo creer que podían después de despojarles de cualquier esperanza de desbancarle de lo más alto de la clasificación, y cayeron como incautos; tal que si fueran los pringados que pierden todo su dinero en una estafa piramidal. Pidiéndoles relevos les estaba dando la esperanza de creer en la victoria. Por un momento pensaron que colaborar con el jefe del Tour iba a tener recompensa. No fueron menos pipiolos que todos los ciclistas franceses que después de ver a primera hora por televisión cada 14 de julio, el desfile militar en los Campos Elíseos, a los aviones trazando la bandera tricolor en el cielo y a Macron firme mientras escucha la Marsellesa, se lanzan al abordaje de la etapa sin medir las consecuencias, para intentar ser portada de L’Equipe el día 15, henchidos de orgullo patrio.
Carapaz y Vingegaard, que serían los más fuertes en un Tour sin Pogacar, pecaron de ingenuos como Anthony Pérez si pensó en algún momento que podría ganar la etapa con cuatro minutos de ventaja y 20 kilómetros de ascensión al Col du Portet. Al menos, el corredor francés lucirá mañana orgulloso el dorsal rojo con números blancos del corredor más combativo de la jornada. Aux armes citoyens, formez vois bataillons, marchez, marchez, que le servirá para honrar la jornada festiva que en Francia colapsa autopistas y restaurantes, al menos en tiempos sin pandemia.
Carapaz creyó que podría superar al líder para ganar la etapa remoloneando en los momentos difíciles: Vingegaard creyó que podría ganar la etapa colaborando con el líder e intentando ganarse su confianza a base de confidencias. Pogacar les dejó desplegar sus estrategias en los kilómetros finales, cuando el resto del pelotón, desperdigado por las cuestas de la estación de esquí, boqueaba en busca de aire para respirar. Cuando llegó el momento, nada de lo que habían soñado los incautos que le acompañaban, sucedió. Pogacar ganó sin despeinarse, volvió a reírse de sus rivales. Sin mala intención, que quede claro. No es nada personal, sólo negocios.