LOS CROMOS DEL ATHLETIC
La luz se apagó en El Arcángel
TEMPORADA 1966/1967

El álbum de cromos de la Editorial Disgra fue uno de los que se editaron en aquella temporada. Tenía páginas para los equipos de Primera División y otra más para los escudos de todos los equipos. En la portada presentaba un dibujo, pero en la contra, en la que se especificaba el precio de seis pesetas, mandaba un«collage» en el que aparecía José Ángel Iribar en una estirada RUIZ ROMERO. Otro de los álbumes aparecía más completo, porque además de los cromos de futbolistas de Primera División, dedicaba dos páginas a los jugadores internacionales de España y varias más a los equipos que tomaban parte en la Copa de Europa, la Recopa y la Copa de Ferias. La contraportada daba cuenta de otra colección «Caza Mayor», cuyo mayor reclamo era un álbum gratuito.
Los titulares de la prensa no eran un dechado de delicadeza allá por 1967, por lo menos, en lo que se refería a asuntos lejanos: «Los negros norteamericanos están perdiendo la paciencia», reza un título de La Gaceta del Norte del 20 de junio de 1967, que remite a la página 9. Pero es que en esa página, tamaño sábana, el titular era aún más políticamente incorrecto. «USA bajo la pesadilla negra». En fin, lo que interesaba a los periódicos por esa época era la celebración del XXX aniversario de la «liberación» de Bilbao por las tropas de Franco.
Eso interesaba a los periódicos, tal vez no tanto a sus lectores, que los martes –el lunes sólo se publicaba la Hoja del Lunes–, se lanzaban a las páginas deportivas, sobre todo cuando en esas fechas, el Athletic jugaba la semifinal de Copa frente al Córdoba. El primer partido se disputó en El Arcángel, y acabó en escándalo. Desde el principio, las cosas se torcieron para los locales, acostumbrados a jugar en un campo duro en el que la pelota botaba sin control, porque ese día llovió a mares en la ciudad de los califas y el terreno de juego estaba blando, más al gusto de los bilbainos. El campo ni siquiera se llenó. El presidente del Córdoba se lamentaba amargamente de que los toros le habían comido terreno al fútbol en su ciudad. «Soy amigo personal del Cordobés», el torero de moda en la época, «pero no nos ayuda. Ni siquiera ha venido al Arcángel a ver un partido». Venció el equipo bilbaino con un gol de Zorriqueta de cabeza, y la parroquia local protestó la anulación del posible empate. Fue tras un disparo que rechazó Iribar y Simonet remachó en la línea. Pero estaba en fuera de juego.

Los cromos del Athletic de la temporada 1966/67 de la Editorial Disgra.
El árbitro, Félix Birigay, que era bilbaino, pero residía en Alicante y pertenecía al colegio valenciano, lo tuvo muy claro y ratificó la decisión de su juez de línea. Desde ese momento hasta el final, se sucedieron los incidentes, Se arrojaron almohadillas, arreciaron las protestas. Birigay, que durante su carrera dirigió tres finales de Copa, lidió con el problema.
Menudearon las escaramuzas en el campo y en la grada. Y cuando acabó el partido, con un resultado magnífico para el Athletic, y mientras los jugadores se retiraban a los vestuarios, de repente se apagó la luz. Fue como el pistoletazo de salida para la invasión del campo. Varios energúmenos invadieron el césped. Los jugadores rojiblancos y el trío arbitral corrieron hacia el túnel de vestuarios. Las fuerzas de orden público saltaron para proteger a los protagonistas y sólo Argoitia, que recibió un botellazo, resultó damnificado por el apagón y la posterior invasión de campo.
Las torres de focos dejaron de iluminar cuando un grupo de gamberros irrumpió en la cabina donde se manejaban los cuadros eléctricos. Así lo explicaron los dos jóvenes encargados de la iluminación cuando se presentaron, visiblemente nerviosos, en el vestuario del árbitro, acompañados por el presidente y un directivo del Córdoba, a explicar su versión. «Nosotros somos inocentes», clamaban los encargados. «Nos han agredido».
Debían estar muy alterados, porque el propio Félix Birigay les pidió que se calmaran: «Nada, no pasa nada. Estén ustedes tranquilos, ¿no me ven a mí?» Porque el árbitro, pese a todo, parecía el más sereno de los presentes. Gainza, el entrenador del Athletic, acusaba veladamente a la directiva. Se acercó a él Rafael Morón, el presidente cordobés, y le dijo:
–«Aquí hay un culpable».
– ¿Qué quiere decir con eso?–, contestó el mandatario, pero Gainza se dio la vuelta y se dirigió al autobús sin decir nada más.
Los operarios seguían nerviosos cuando explicaban su experiencia a los periodistas: «Nosotros no volvemos a hacernos cargo de ese servicio mientras no haya con nosotros algún miembro de la fuerza pública que nos proteja».
El público de El Arcángel estaba de uñas con el árbitro, y también con la expedición del Athletic. Fidel Uriarte reconocía después que en cuanto vio que se apagaba la luz se arrojó al suelo, para evitar males mayores. El autocar rojiblanco fue escoltado por los vehículos de la Policía Armada y el árbitro recibió el consejo policial de que no regresara al hotel en el que estaba alojado.
Una semana más tarde en Bilbao, el Athletic ganó 2-0 al Córdoba y se clasificó para la final, aunque el mismo martes en que los periódicos publicaban la crónica del apagón, también insertaban anuncios de agencias de viaje que ofertaban autocares de lujo para la Final… que perdió el Athletic contra el Valencia.
